Niños y profesores

Publicado el 25 de junio de 2011 en Historias de la ciencia por omalaled
Tiempo aproximado de lectura: 3 minutos y 52 segundos
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Siempre he afirmado que un buen profesor puede cambiar la vida de un alumno. Lo que no he dicho es que un mal profesor también puede hacerlo. Lo que queda claro, es que los profesores, en general, sean buenos o malos, influyen en los recuerdos y en nuestras vidas cuando somos mayores. Y de profesores en relación con la ciencia y de cómo se recuerda de mayor, os hablaré en nuestra historia de hoy.

Otro detalle a apuntar es que la ciencia es también un modo de rebelión contra el poder impuesto. Así lo pensó el matemático John Allen Paulos en un detalle de cuando era niño:

El recuerdo más antiguo que tengo de haber querido ser matemático corresponde a mis diez años de edad, cuando calculaba que determinado lanzador suplente de los Milwaukee Braves de aquella época tenía una medida de carreras ganadas (MCG) de 135 (dejaba que le marcaran 5 carreras y sólo a eliminaba un bateador). Impresionado con un MCG tan extraordinariamente malo, se lo expliqué tímidamente a mi maestro, que me pidió que lo explicara en clase.

Como yo era muy tímido, lo hice con una vocecita temblorosa y rojo como un tomate. Cuando hube terminado, dijo que yo estaba completamente equivocado y que me sentara. Los MCG, dijo con autoridad, nunca pueden ser superiores a 27.

Al acabar la temporada, The Milwaukee Journal publicó las medias de todos los jugadores de las Major Leagues y, como aquel lanzador no había vuelto a jugar, su MGC era 135, el mismo que yo había calculado. Recuerdo que tuve la sensación de que las matemáticas eran un protector omnipotente. Con ellas uno podía demostrar cosas a otras personas y éstas le habían de creer, tanto si les gustaba como si no. Así que, picado aún por la humillación que había sentido, llevé el periódico a la escuela para enseñárselo al maestro. Me echó una mirada horrible y me volvió a ordenar que me sentara. Al parecer, la idea que tenía él de impartir una buena educación consistía en asegurarse de que todo el mundo permaneciera sentado.

Y ahora, otro tipo de recuerdo muy diferente. A mejor, por supuesto, de la mano de uno de nuestros héroes. Ya lo había publicado hace mucho tiempo, pero en el cambio de hosting se perdió. Os dejo con una historia de aquellas que tocan la fibra sensible. Es una carta de Henry Bethe a la Sra. Feynman. No os explico más detalles porque habla por sí misma.

Querida Sra. Feynman:

No nos hemos encontrado, me parece, con la frecuencia suficiente para que ninguno de los dos haya podido arraigar en la memoria consciente del otro. Le ruego pues perdone cualquier impertinencia, pero no podría dejar pasar desapercibida la muerte de Richard, ni la oportunidad de añadir al suyo mi propio sentimiento de pérdida.

Dick (el nombre de pila de Feynman) fue el mejor y mi favorito entre los diversos “tíos” que rodearon mi infancia. Durante su estancia Cornell fue visitante asiduo y siempre bienvenido a nuestra casa, a quien siempre se podía sacar de la conversación con mis padres y con otros adultos para hacerle derrochar atención sobre los niños. Fue a un tiempo gran compañero de juegos con nosotros y maestro que incluso entonces nos abrió los ojos al mundo que nos rodea.

El favorito de mis recuerdos es cuando teniendo yo ocho o nueve años me encontraba sentado entre Dick y mi madre, esperando a que el distinguido naturalista Konrad Lorenz (considerado padre de la etología), diera una charla. Estaba yo inquieto e impaciente, como les pasa a todos los niños cuando les mandan estarse quietecitos en su asiento; entonces Dick se volvió hacia mí y dijo:

— “¿Sabías que hay el doble de números que de números?”
—”¡No, no los hay!”. Yo tenía una actitud defensiva de mis conocimientos, como todos los jóvenes.
—”Sí, sí que los hay; te lo voy a demostrar. Di un número.”
—”Un millón”. Un número grande para empezar.
—”Dos millones”.

Dije unos diez números más y cada vez y Dick me cantó un número que era el doble de grande. Por fin se hizo la luz.

—”Ya veo. Entonces también hay tres veces más números que números”.
—”Demuéstralo”, dijo el tío Dick.

El mencionó un número y yo dije otro tres veces mayor. Probó con otro. Volví a hacerlo otra vez. Y otra más. Entonces dijo una cifra demasiado complicada para poderla multiplicar mentalmente.

—”Tres veces ésa”, dije yo.
—”Así pues, ¿hay un número más grande que los demás?”, preguntó.
—”No”, repliqué. “Porque para cada número hay otro que es dos veces mayor, otro que es tres veces mayor. Incluso hay uno que es un millón de veces más grande”.
—”Exactamente. Y esa noción de crecimiento sin límite, de que no hay un número más grande que todos, se llama infinito”.

En ese punto llegó Lorenz, y nos callamos para escucharle.

Cuando Dick se fue de Cornell dejé de verle con frecuencia. Pero él dejó conmigo brillantes recuerdos, la noción de infinitud y nuevas formas de aprender acerca del mundo. Le amé con gran afecto.

Sinceramente suyo, Henry Bethe.

Dos profesores y dos formas de enseñar a los niños.

Fuentes:
John Allen Paulos, El hombre anumérico.
Richard Feynman, ¿Qué te importa lo que piensen los demás?.



Hay 11 comentarios a 'Niños y profesores'

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  1. #1.- Enviado por: Raven

    El día 25 de junio de 2011 a las 21:51

    Diría que es más fácil construir que destruir…diría eso, pero claro estoy a la mitad del libro que es mi vida. Supongo también que depende de lo cabezón que se sea… si eres frágil un sólo “no puedes hacerlo” podría destruirte, pero en caso de ser obstinado esos “no puedes” son intentos que nunca conseguirán destruirte. Aunque claro, quizás ese “nunca” sea demasiado absoluto.

    En lo que llevo de historia, la proporción de profesores que han construido en lugar de destruir en mi vida ha sido demasiado desproporcionada…pero aquí sigo, varios años tarde, quizás demasiados, y con un nuevo plan de estudios apunto de alcanzarme y volver a intentar destruirme.

    Lo que está claro, es que la influencia de los profesores es enorme, un poder terrible, que con los años estos olvidan que tienen, a veces hacen “mecánico y numérico algo que es humano y poético”, y pudiendo hacer la vida de cientos de personas más llevadera y grande, consiguen todo lo contrario…amargándose en el proceso ellos mismos.

    Quizás mi caso, por causa del TDAH, es raro y minoritario…pero lo cierto es que yo a lo único que aprendí en el colegio es a sobrevivir y camuflarme. Y que lo único que he aprendido en la universidad es que “aprobar y aprender” no son todo lo compatible que quisiera.

    Un saludo !

  2. #2.- Enviado por: Luis Montes

    El día 26 de junio de 2011 a las 09:07

    Es sorprendente lo poco considerados que están los docentes preuniversitarios. Más sorprendente teniendo en cuenta que son las personas a las que dejamos nuestros hijos 7 horas al día. Deberían ser figuras reverenciadas porque de ellos depende en gran medida el camino que elegimos. Siempre recordaré con un enorme afecto a mi profesor de Ciencias de 6º de EGB. Despertó en mí el interés por la Biología Humana y por la Medicina. ¿Habría cambiado mi futuro de haber tenido un mal profesor? Tal vez sí. Es una lástima que falleciese prematuramente. Nunca tuve ocasión de decírselo, aunque sí pude comentárselo a una hermana suya, a la que conocí hace 1 ó 2 años.

    Saludos

  3. #3.- Enviado por: sandra

    El día 26 de junio de 2011 a las 14:07

    “Otro de los valores de la ciencia es el disfrute —el llamado gozo intelectual— que algunas personas sienten al leer y reflexionar en ella, o que experimentan al trabajar en ella. Es éste un aspecto importante, un aspecto, que no es suficientemente considerado por quienes nos dicen que es responsabilidad nuestra reflexionar sobre el impacto de la ciencia en la sociedad.
    ¿Tiene este disfrute personal algún valor para la sociedad en su conjunto? ¡No! Pero es también una responsabilidad considerar el papel de la sociedad propiamente dicha. ¿Será este papel organizar las cosas de modo que los individuos puedan disfrutar de ellas? En tal caso, gozar de la ciencia es tan importante como cualquier otra cosa.”[...]
    Richard P. Feynman. El valor de la ciencia.

    ¿Qué te importa lo que piensen los demás?

  4. #4.- Enviado por: omalaled

    El día 26 de junio de 2011 a las 15:21

    Raven: que no puedan contigo :-)
    Luis Montes: seguro que cuando se lo dijiste a la hermana se sintió muy orgullosa.
    sandra: copio eso en mi twiter y en mi fcebook :-)

    Salud!

  5. #5.- Enviado por: KC

    El día 26 de junio de 2011 a las 15:34

    Yo haría una diferenciación relevante en este asunto entre profesores y maestros. Los maestros nos enseñaban en el colegio sobre cosas que a menudo desconocían, pero su vocación era tan grande que al día siguiente volvían para explicarlo mejor en su pizarra. Su última finalidad era traspasar ese conocimiento, que podía ser mayor o menor, sobre un asunto concreto.No sólo no enseñaban, también nos educaban. En cuanto a los profesores, que para mí se refiere a los universitarios, mi experiencia personal, en la carrera de Derecho, fue que una parte preocupantemente elevada de ellos eran unos contenedores de un gran conocimiento e incapacitados totalmente para traspasarlo. De hecho, en aquellos años fue cuando me di cuenta de que un gran conocedor en una materia puede ser un auténtico gilipollas en todo lo demás. Por tanto, y desde mi punto de vista subjetivo, el resultado sería claramente:

    MAESTROS 1 – PROFESORES 0

    Siento si alguien se puede ofender, pero es que soy un malhablado. Lo primero que leí en el diccionario fueron palabrotas.

    Saludos.

  6. #6.- Enviado por: Sangrando

    El día 27 de junio de 2011 a las 20:07

    Cada cual apechugue con su responsabilidad

  7. #7.- Enviado por: bibliotranstornado

    El día 29 de junio de 2011 a las 12:28

    Recuerdo dos profesores maravillosos, uno que me hizo amar las matemáticas cuando tenía 12 años. Y otro que me hizo ver la belleza de la lengua con 17 años.

    Y un conocido al que por desgracia le dio clases de Historia Antonio Labordeta, y como le hizo amarla, estudio Historia y nunca ha encontrado un trabajo relacionado.

  8. #8.- Enviado por: Víctor Guisado

    El día 3 de julio de 2011 a las 09:05

    Lo peor son los maestros y profesores que se empeñan en que los alumnos subrayen los títulos con regla y borren pulcramente los errores con tippex. Te llegan los niños después de varios años de primaria totalmente condicionados: tú explicas matemáticas y vas señalando en la pizarra con la esperanza de que su mirada siga lo que señalas y cuando vuelves la mirada les descubres con la cabeza gacha, más preocupados en buscar una regla dentro de su estuche para poder subrayar el título. Horrible. O cuando borran con tippex un procedimiento erróneo y tú les dices que los errores son tan importantes cómo los aciertos a la hora de aprender y que han de mantener un registro de sus errores en su libreta y te miran y por cómo te miran tú entiendes que están pensando: el profe se ha vuelto loco. Y yo les digo: no sois borregos, sois alumnos. En fin, mil anécdotas. Seguiremos luchando desde las trincheras en contra de la imprescindibilidad de las reglas y las libretas llenas de tippex, y por supuesto contra el que los alumnos se tengan que sentar a toda costa. Sólo tengo que añadir una cosa más: ¡ Viva Feynman !

  9. #9.- Enviado por: Sàdur

    El día 23 de agosto de 2011 a las 21:02

    Víctor: Me pasa exactamente lo mismo: odio el típpex, los títulos en 5 colores y la copia de cualquier cosa que aparezca en la pizarra.

  10. #10.- Enviado por: Victor Guisado

    El día 8 de septiembre de 2011 a las 12:45

    No soy el único… Viva! Esto sé está convirtiendo en una revolución!

  11. #11.- Enviado por: Alejandro

    El día 14 de noviembre de 2015 a las 05:55

    Omalaled:
    Me gustaria poder compartir con usted como un estudiante con su maestro… Sumar ese componente social de una conversacion al componente intelectual que ha contribuido con sus artículos
    Y sepa que ya hace parte del grupo de los maestros a quien agradezco y debo inmensamente en mi juramento hipocrático
    Salud y éxitos!

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