Racionalidad y moralidad

Publicado el 29 de mayo de 2011 en Opinión por omalaled
Tiempo aproximado de lectura: 9 minutos y 51 segundos
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Gary Marcus, profesor de psicología de la Universidad de Nueva York, afirma que la especie humana no es obra de un diseñador inteligente y compasivo. Si así fuera, afirma, nuestro pensamiento sería racional, y nuestra lógica, impecable. Para explicarlo, cita unos cuantos ejemplos en que nuestro cerebro no actúa de la mejor forma posible o, si lo hace, es de forma ambivalente; da respuestas, pero no sabe por qué. Vamos con algunas de esas historias.

En un antiguo experimento llevado a cabo por el psicólogo Peter Watson, se presentó a una serie de sujetos una secuencia de tres números: 2-4-6 y se les preguntó qué podría haber generado esa serie. Luego les pidió que generaran nuevas secuencias y acto seguido les confirmaba si dichas nuevas secuencias se ajustaban a la regla. La mayoría respondía con 4-6-8 y 8-10-12 para volver a recibir la secuencia afirmativa. Entonces, el sujeto llegaba a la conclusión de que la regla era algo así como “secuencias de tres números pares de sumando dos cada vez”.

Sin embargo, lo que la mayoría de las personas no hicieron buscar preguntas que “desconfirmaran” la regla potencial. Por ejemplo, pocos preguntaron si 1-3-5 o 1-3-4 eran secuencias válidas. Por consiguiente, casi nadie logró averiguar la regla verdadera: “cualquier secuencia de tres números en orden ascendente”.

Así que una de las características de nuestro cerebro es que siempre busca pruebas para verificar que lo que creemos es verdadero, y no para rebatirlo. Es por ello que es tan difícil hacer ver a alguien que tiene una creencia que puede estar equivocado.

Para ver hasta qué punto es partícipe nuestra cultura en la irracionalidad basta con sustituir la palabra “Dios” por los nombres de nuestras divinidades del Olimpo preferidas cada vez que aparece aquella en un discurso público. Imaginemos al presidente Bush diciendo en su alocución durante el Desayuno Nacional de la Oración: Detrás de toda vida y toda historia existe una dedicación y un objetivo, fijados por la mano de un Zeus justo y fiel. Imaginen que en su discurso al congreso (20 de septiembre de 2001) hubiese dicho la siguiente frase: La libertad y el miedo, la justicia y la crueldad, siempre han estado en guerra, y sabemos que Apolo no tiene una postura neutral al respecto.

La religión en particular posee una influencia tan poderosa porque la gente quiere que sea verdad; entre otras cosas, la religión crea la impresión de que el mundo es justo y de que los esfuerzos tendrán su recompensa.

Habría que plantearse si los seres humanos somos racionales en un sentido lógico formal, o aprendemos a serlo. Si bien todos los seres normales adquirimos el lenguaje, la capacidad de emplear la lógica formal es algo que la evolución ha hecho posible, pero que no ha garantizado. El psicólogo Alexander Luria viajó a los montes de Asia Central a finales de los 1930 y pidió a la población indígena que se planteara la lógica siguiente:

“En cierto pueblo de Siberia todos los osos son blancos. Tu vecino fue a ese pueblo y vio un oso. ¿De qué color era el oso?”. La respuesta típica de los encuestados fue: “¿Y cómo voy a saberlo? ¿Por qué no va usted mismo a preguntárselo a mi vecino?”.

Supongan que se gastan 100 dólares en un billete para un fin de semana en una estación de esquí de Michigan. Varias semanas después compran un billete por valor de 50 dólares para un fin de semana en otra estación de esquí, esta vez en Wisconsin, que, pese a ser más barato, creen que se lo pasarán mejor. Y de pronto, justo cuando guardan en la cartera el billete recién adquirido para el fin de semana en Wisconsin, se dan cuenta de que han metido la pata: ¡los dos viajes son para el mismo fin de semana! Y es demasiado tarde para cambiar cualquiera de los dos. ¿Qué viaje elegirían? Más de la mitad de los sujetos de experimentación contestaron que elegirían Michigan (el más caro), aun sabiendo que se divertirían más en Wisconsin. Una vez gastado el dinero de los dos viajes (y siendo este irrecuperable), esa opción no tiene sentido; una persona le sacaría más provecho (satisfacción) al viaje a Wisconsin sin el menor gasto añadido, pero el temor humano al “derroche” consigue convencer a nuestra mente para que se decante por el viaje menos satisfactorio. A una escala global, este mismo tipo de dudoso razonamiento puede traer enormes consecuencias. Incluso se sabe de presidentes que se han aferrado a determinadas políticas mucho después de que fuera obvio para toso el mundo, menos para ellos, que dichas políticas no eran eficaces.

Nuestro cerebro puede actuar diferente ante un problema en función ya no del problema en sí, sino de cómo nos lo plantean.

Imaginemos que el país se prepara para un brote de una enfermedad poco común, que prevé que acabe con la vida de 600 personas. Se han propuesto dos programas alternativos para combatir la enfermedad. Supongamos que los cálculos científicos exactos de dichos programas son los siguientes:

Si se adopta el programa A, se salvarán 200 personas.
Si se adopta el programa B, existe un tercio de probabilidades de que se salven 600 personas y dos tercios de que no se salve nadie.

La mayoría de la gente elegiría el programa A, para no poner la vida de todos en peligro. Pero las preferencias de las personas dan un vuelco si se plantean de la siguiente manera:

Si se adopta el programa A, morirán 400 personas.
Si se adopta el programa B, existe un tercio de probabilidades de que no muera nadie y dos tercios de que mueran 600 personas.

Por alguna razón,”salvar 200 vidas” de 600 parece una buena idea, mientras que “dejar morir a 400”, de las mismas 600, parece una mala opción, pese a que representan exactamente el mismo resultado. Sólo se ha cambiado la forma de expresar la pregunta. Es lo que los psicólogos llaman encuadre.

Los políticos y publicistas se aprovechan constantemente de nuestra sensibilidad al encuadre. Un “impuesto de defunción” suena mucho más amenazador que un “impuesto de sucesiones”, y una comunidad de la que se dice que tiene un índice de delincuencia del 3,7% es mucho más probable que reciba recursos que otra de la que se dice que está exenta de delincuencia en un 96,3%.

La inercia evolutiva ha hecho una contribución significativa a la ocasional irracionalidad del ser humano: calibramos para esperar cierto grado de incertidumbre que está en gran medida (y por fortuna) ausente en nuestra vida moderna. Hasta fechas muy recientes, nuestros antepasados no podían contar con el éxito de la cosecha del año siguiente, y sin duda más valía pájaro en mano que ciento o incluso doscientos volando. A falta de frigoríficos, conservantes y tiendas de alimentación, la simple supervivencia era mucho menos segura que hoy en día; según las palabras inmortales de Thomas Hobbes, la vida era desagradable, brutal y breve.

Como consecuencia de ello, la evolución fue seleccionando de manera predominante a favor de las criaturas que vivían esencialmente el momento. Eso incluye todas las especies que se han estudiado alguna vez.

Todos sabemos que un ser humano se atiborra de patatas fritas mientras espera a que llegue la cena. Esto, por supuesto, afecta a todos los animales, pero la diferencia entre nosotros y el resto de animales es que, tal y como un animal no se arrepiente lo más mínimo, nosotros somos capaces de arrepentirnos de comer una bolsa de palomitas apenas unas horas después de hacerlo. Y mucho antes.

Nuestra extrema preferencia por el presente a costa del futuro tendría sentido si nuestra expectativa de vida fuese mucho más corta, o si el mundo fuese mucho menos predecible (como le ocurría a nuestros antepasados); pero en los países donde las cuentas corrientes están garantizadas por las autoridades y las tiendas de alimentación son reabastecidas sin problemas, la importancia que le damos al presente es muy contraproducente. Como resume el investigador Howard Rachlin:

En general, llevar una vida sana durante, pongamos por caso, un período de diez años es intrínsecamente satisfactorio. Durante un periodo de diez años, prácticamente todos preferiríamos llevar una vida sana a vivir apoltronados en el sofá. Sin embargo, también preferimos (más o menos) tomar esta copa a no tomarla, comer este helado de chocolate a renunciar a él, fumar este cigarrillo a no fumarlo, ver este programa de TV a pasarse media hora haciendo ejercicio, etc.

Y cuando hablamos de tomar decisiones morales, nuestra torpeza es todavía más manifiesta.

Supongamos que un tranvía descontrolado está a punto de atropellar y matar a cinco personas. Usted (y nadie más que usted) tiene la posibilidad de pulsar un botón para accionar el cambio de vías y que el tranvía circule por raíles distintos, donde mataría solo a una persona en lugar de cinco. ¿Pulsaría el botón?

Y ahora supongamos que está en un puente peatonal, justo por encima de la vía por donde pasa el tranvía descontrolado. Esta vez, para salvar a las cinco personas, sería necesario empujar a una persona un tanto corpulenta (considerablemente más grande que usted, así que no se moleste en ofrecerse como voluntario) desde lo alto del puente sobre la vía del tranvía que se está acercando, La persona corpulenta en cuestión, si usted la tira del puente, morirá, pero su “sacrificio” permitiría que sobrevivieran las otras cinco. ¿Estaría bien eso?

Aunque la mayoría de las personas contestarían que sí al dilema del botón, también la mayoría se negarían a empujar a alguien desde lo alto de un puente, a pesar de que en los dos casos tuvienen el mismo resultado: se salvan cinco personas al precio de una.

¿A qué se debe la diferencia? Nadie lo sabe con certeza, pero en parte se explica porque, según parece, en la segunda situación interviene algo más visceral; una cosa es accionar un botón, que es inanimado y en cierto modo está alejado de la colisión real, y otra muy distinta enviar a alguien por la fuerza a una muerte segura.

Otro ejemplo histórico de cómo inciden los sentimientos viscerales en la elección moral es la tregua no oficial pactada entre soldados británicos y alemanes durante la Navidad de 1914, a principios de la Primera Guerra Mundial. La intención original era reanudar los combates después, pero durante la tregua, los soldados salieron de sus trincheras y se conocieron; algunos incluso compartieron comida de Navidad. Al hacerlo, dejaron de conceptualizarse mutuamente como enemigos para verse como individuos de carne y hueso. La consecuencia fue que, después de la tregua navideña, los soldados ya no fueron capaces de luchar entre ellos. Ya lo apuntó el ex presidente de los EEUU, Jimmy Carter, en su discurso de aceptación del Premio Nobel de la Paz de 2002:

Para que los seres humanos nos impliquemos personalmente en la inhumanidad de la guerra, antes nos es necesario deshumanizar a nuestros rivales.

Ambas situaciones, tanto la del tranvía como la de la tregua de Navidad nos recuerdan que si bien nuestras elecciones morales pueden parecer fruto de un único proceso de razonamiento deliberativo, nuestras vísceras al final pueden desempeñar un importante papel, ya sea en algo prosaico, como comprar un coche nuevo, o bien cuando tomamos decisiones en las que hay vidas en juego. Ambos escenarios nos muestran también cómo podemos obtener dos respuestas distintas a lo que es en esencia la misma pregunta.

El psicólogo Jonathan Haidt ha intentado dar un paso más allá, aduciendo que podemos tener poderosas intuiciones morales incluso cuando somos incapaces de respaldarlas con razones explícitas. Veamos la siguiente situación:

Julie y Mark son hermanos. Se van de viaje juntos a Francia en sus vacaciones de verano al final del curso universitario. Una noche se quedan solos en una cabaña cerca de la playa. Deciden que sería interesante y divertido si intentasen hacer el amor. Como mínimo, sería una experiencia nueva para ambos. Aunque Julie ya tomaba anticonceptivos, Mark utiliza, además, un preservativo, para mayor seguridad. Los dos disfrutan haciendo el amor, pero deciden no repetirlo más. Conservan el recuerdo de esa noche como un secreto especial, lo que les hace sentirse aún más unidos. ¿Qué les parece esto? ¿Está bien que hayan hecho el amor?

Haidt explicaba:

La mayoría de las personas que oyen esta historia afirman inmediatamente que estuvo mal que los hermanos hicieran el amor, y acto seguido empiezan a buscar razones. Señalan los peligros de la endogamia, pero enseguida se acuerdan de que Julie y Mark emplearon dos métodos anticonceptivos. Sostienen que Julie y Mark sufrirán las consecuencias de su acción, quizá emocionalmente, pese a que la historia deja claro que no les ha quedado el menor trauma. Al final, muchas personas acaban diciendo algo así: “No sé, no puedo explicarlo; sencillamente sé que está mal”.

A este fenómeno en el que tenemos la certeza de que algo está mal pero somos incapaces de explicar por qué, Haidt lo llama “perplejidad moral”.

Y es que quizás, la moral no sea tan universal como pensamos. Ya lo apuntaba Immanuel Kant:

La moral no es un reflejo de unos valores existentes fuera del sujeto. Esa moral no está en dios, ni en la causa primera o sustancia universal. La moral es un acto que surge de la conciencia individual del ser humano.

Fuentes:
Gary Marcus, Kluge: la azarosa construcción de la mente humana
http://asimov2007.blogspot.com/2011/05/la-moral.html
http://esepuntoazulpalido.blogspot.com/2010/06/13-sugerencias-para-vivir-mejor.html



Hay 29 comentarios a 'Racionalidad y moralidad'

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  1. #1.- Enviado por: Jorge A. B.

    El día 30 de mayo de 2011 a las 03:36

    Muy buen post, como siempre, Omalaled.

    Me conmovió inmediatamente el caso de la tregua de Navidad, naturalmente, porque resulta algo totalmente insólito. Aunque, segundos después, reflexioné: “uy, pero… estoy cayendo en lo mismo que intenta prevenirme el artículo… dejándome llevar irracionalmente por mis sentimientos”. Quizás sí, lo mejor efectivamente fue que sucediera eso, pero quizá lo mejor habría sido que alguno de los dos bandos fuera derrotado. Mi conclusión es que ignoro el contexto histórico en que se dió eso, y por lo tanto no puedo emitir opinión. Sin duda es muy lindo que esos soldados se hayan hecho amigos. Pero, ¿quién sabe si, cómo consecuencia de eso (tal vez, por poner un ejemplo) la duración de la guerra se extendió y las víctimas se multiplicaron muchas veces?…

    Sí, lo reconozco, es un análisis muy frío el que estoy haciendo. Pero en definitiva, apunta a esto mismo; la “racionalización” de la moralidad, que creo es a lo que apunta el artículo.

    ¡Muchos saludos!

  2. #2.- Enviado por: maty

    El día 30 de mayo de 2011 a las 07:57

    Escasean las buenas anotaciones como la tuya, felicidades.

  3. #3.- Enviado por: omalaled

    El día 30 de mayo de 2011 a las 10:27

    Jorge A. B.: je jeeee, de todos modos, lo importante es tener en cuenta que la moral no es algo objetivo, sino subjetivo y ese es el punto curioso. Desde siempre, en la escuela me habían enseñado lo contrario…

    maty: muchas gracias.

    Salud!

  4. #4.- Enviado por: Ramiro

    El día 30 de mayo de 2011 a las 10:35

    Ya tienes Facebook :-) y yo soy el segundo admirador. Como siempre es un placer esperar tus publicaciones

  5. #5.- Enviado por: icvav

    El día 30 de mayo de 2011 a las 11:26

    El dilema del tranvía ya lo conocía pero no me satisface la explicación que das. Sospecho que si para tirar al tipo que está encima del puente hubiera que pulsar un botón las respuestas de la gente no variarían significativamente. En mi opinión la gente no quiere tirar el tipo del puente porque internamente todos llevamos el “imperativo categórico” de Kant en la cabeza aunque sea de manera inconsciente.
    Una de las cosas que afirma dicho imperativo categórico es que las personas son fines en sí mismas, y por tanto no deben ser utilizadas como medios para conseguir otros fines. Es decir, está bien desviar el tranvía aunque muera una persona, porque dicha muerte es un efecto secundario, lo que realmente hemos hecho para salvar a los otros es desviar el tranvía, y el otro ha muerto por mala suerte. Sin embargo, tirar al tipo del puente es utilizarle como un medio para detener el tranvía.

  6. #6.- Enviado por: omalaled

    El día 30 de mayo de 2011 a las 12:51

    Ramiro: muchas gracias. Tenía Facebook, pero no uno de la página.
    icvav: pero eso tampoco me sirve, pues es tu acción (bien sea tocar la palaquita, bien sea dar un empujón) la que ha hecho que cambie el destino de una persona. El balance final es el mismo: 1 persona muere para salvar 5.
    ¿Qué diferencia hay? ¿que uno está en la vía casualmente y otro en el puente? Eso es totalmente circusntancial. Y tal y como argumentas que lo utilizas como medio, entonces, al otro también: el resultado es que ambos son atropellados por el tranvía.
    Yo sigo dándole vueltas y siempre afirmaré lo que tú: que daría al botón, pero no empujaría al del puente; pero no sé darte una explicación de por qué.
    Y esto es peor de lo que parece, pues no es lo mismo quien encañona y mata a 10.000 personas con un arma de fuego, disparando durante días que quien apreta un botón para arrojar un misil en una ciudad. Hay que pensar que ambos matan, pero parece que el que le da a la palanquita es más inocente que el otro que mata con sus propias manos. Y tampoco sé explicar por qué :-)

    Salud!

  7. #7.- Enviado por: Dani

    El día 30 de mayo de 2011 a las 13:16

    Excelente artículo, Omalaled.

    Hace casi un año dediqué una breve entrada en mi blog -en relación a la búsqueda de la felicidad- extraída del libro “Kluge”. Si se permite el autobombo, aquí lo dejo:

    http://esepuntoazulpalido.blogspot.com/2010/06/13-sugerencias-para-vivir-mejor.html
    Creo que es interesante

    Por cierto, una erratilla sin importancia en tu artículo: aunque nacido en Baltimore, Marcus es profesor de psicología en la Universidad de Nueva York :-)

    Saludos

  8. #8.- Enviado por: Malonez

    El día 30 de mayo de 2011 a las 16:23

    Gran entrada. Ahora te atreves con la filosofía? Cuidado! Terreno peligroso!
    Lo del problema de los hermanos me parece que tiene trampa. Cuando lo hicieron no sabían si eso podía tener consecuencias así que en ese momento quizás sí era una mala idea. Discutir a posteriori es peligroso ya que muchas veces el destino no castiga las irresponsabilidades…

  9. #9.- Enviado por: omalaled

    El día 30 de mayo de 2011 a las 16:48

    Dani: por supuesto que puedes hacer autobombo. Es más, he puesto un enlace a tu artículo.

    Malonez: Je jeeeeee filosofemos pues…
    El gran problema es que eran hermanos y eso nos parece moralmente inaceptable. La pregunta es por qué. Nadie sabe muchas veces las consecuencias de sus actos a posteriori, pero en este caso, ellos mismos aceptan los dos hacer algo que creen divertido. No quieren hacer daño a a nadie, no quieren meterse con nadie: es una cosa entre ellos dos. Toman precauciones por duplicado y aceptan de buen grado lo que venga.

    Y seguimos sin aceptarlo… ¿cuál es la razón? Las consecuencias de hacer el amor, la verdad, muchas veces no se piensa en ello :-)

    Salud!

  10. #10.- Enviado por: Edna Krabappel

    El día 30 de mayo de 2011 a las 19:22

    Me temo que si empujo al señor del puente, la policía me detendría por homicidio mientras que si me lavo las manos saldría de rositas. Pero si soy yo el que se tira desde el puente puede que hasta me hagan un monumento.
    Pero nos dejamos cosas en el tintero. Una que se me ocurre: si entre esos 5 que salvamos hay algún futuro asesino estamos condenando a sus víctimas. En realidad la vida es un sistema caótico (matemáticamente hablando).

  11. #11.- Enviado por: javierzinho

    El día 31 de mayo de 2011 a las 02:19

    El dilema del botón fue utilizado en un episodio de “Dimensión desconocida” (Twilight Zone) de los años 80, recuerdo haberlo visto cuando niño, y hace poco apareció una película completa basada en ese episodio, de la que solo vi el “trailer”. A una pareja le ofrecen una caja con el botón, si lo pulsan alguien morirá y recibirán un gran cantidad de dinero, pero no se sabe quién, ni como, ni por qué. No les voy a contar el final ;) obvio, pero es el mismo dilema. El problema es que no recuerdo el nombre de la película ¿alguno de ustedes sí?

  12. #12.- Enviado por: Ramiro

    El día 31 de mayo de 2011 a las 08:55

    La Caja diabólica “The Box” (2009) con Cameron Diaz.

  13. #13.- Enviado por: jorge

    El día 31 de mayo de 2011 a las 09:27

    Omaleled…Reconozco el capítulo 8 del “Espejismo de Dios” de Richard Dawkins en los ejemplos del dilema del tranvía y en el tono general de la entrada.
    ¿Te lo has leído ya?Si no recuerdo mal, alguna vez comentaste que estaba en tu lista de pendientes…

  14. #14.- Enviado por: omalaled

    El día 31 de mayo de 2011 a las 10:50

    Edna: de acuerdo, pero eso es independiente de si lo has salvado con el interruptor o con el empujón. Lo que sigue en pie es la pregunta de por qué condenamos un método y no el otro; pues las consecuencias son las mismas: sacrificar una persona para salvar 5.
    javierzinho, Ramiro: me apunto la película!!!! :-)
    jorge: todo está sacado del libro de Gary Marcus. Es cierto que el libro de Dawkins cita también esos ejemplos, y lo leí hará más de un año. Error mío no comentarlo, pero es que hay tantas cosas que se pueden sacar de aquel libro (desde la tetera de Russell hasta la moral) que daría para un montón de artículos. Lo que se me quedó muy grabado de ese libro es cuando comenta lo que pasó con aquellos dibujos que aparecieron en ciertos diarios de Dinamarca, si no recuerdo mal, que causaron muertos y todo. Tengo que releer algunas cosillas, pues mi memoria es muy limitada :-)

    Salud!

  15. #15.- Enviado por: KC

    El día 31 de mayo de 2011 a las 22:35

    Muy buena entrada. En cuanto al tema religioso echo en falta una diferenciación entre los creyentes de Dios y los amigos de Dios; los primeros son sujetos que realmente creen en Él, los segundos sólo se llenan la boca por mero interés (ya sea económico, psicólogico, etc.). Es una diferencia que puede parecer poco científica, pero es de las más importantes. Los segundos suelen moverse en todos los ámbitos de la vida y usan el nombre de Dios en vano cada dos por tres como mero elemento subliminal para que sepan que él es usuario del club (se lleva bastante en política).

    En cuanto al tema del botón, mítico donde los haya, yo llegué a la conclusión personal que se resume muy bien en aquello de “corazón que no ve, corazón que no siente”. Es decir, apretar el botón desde la distancia no es una acción tan inmediata como empujar a otro directamente, piel con piel, sintiendo como desplazas a la víctima hasta su final. El resultado es el mismo, aunque las acciones son diversas (para el Derecho penal tampoco el resultado muerte tiene por qué ser dependiente de una misma acción, sino que hay varias “modalidades”) y por supuesto la sensación que produce en el sujeto activo también es diversa. Hay varios ejemplos en la Historia de altos cargos militares que se acogerían a esta hipótesis.

    Saludos.

  16. #16.- Enviado por: javierzinho

    El día 1 de junio de 2011 a las 01:49

    De vuelta con lo del botón y la acción a distancia, hace poco leí en un artículo en la revista Wired que los pilotos de los “drones” (los aviones de control remoto que usa la fuerza aérea de EE. UU.) se sienten mucho más afectados que los pilotos de los aviones normales cuando disparan un misil porque a diferencia del piloto de un jet, que cuando estalla el misil ya está a docenas de kilómetros por lo rápido que vuela y a veces ni ve el fogonazo, ellos si ven la explosión y los cadáveres y los heridos en la pantalla. Luego no es tanto la separación del hecho, sino la conciencia de lo que se hizo.

  17. #17.- Enviado por: Clodoveo11

    El día 1 de junio de 2011 a las 08:47

    Bueno, y el libro en sí ¿qué tal te ha parecido, Omalaed? ¿Resulta original o cae en lo obvio? Lo digo porque estaba interesado en el mismo pero algunas críticas no lo dejan muy bien parado:
    http://mindhacks.com/2008/06/25/review-of-kluge-by-gary-marcus/

    Saludos

  18. #18.- Enviado por: Clodoveo11

    El día 1 de junio de 2011 a las 08:54

    Y también, se me olvidaba:
    http://www.guardian.co.uk/books/2008/may/31/scienceandnature

  19. #19.- Enviado por: KC

    El día 1 de junio de 2011 a las 13:20

    Luego no es tanto la separación del hecho, sino la conciencia de lo que se hizo.

    Bueno, más que la distancia física diría que es el ver o no ver el resultado, ya que la diferencia para el cerebro es una sensación u otra (y a no ser que uno sea un psicótico o un psicopático, no creo que quiera ver el resultado muerte de otro en el que acaba su acción). Esto enlazaría con activar más o menos profundamente la conciencia, que enlaza con un mecanismo fisiológico empático en el cerebro desde el mismo momento en que absorbemos la imagen. No es lo mismo haber visto (absorber la imagen directamente al cerebro), que sólo haber apretado un botón sin que mediara pantalla de por medio. El caso que tú comentas es uno muy particular donde se puede estar a mucha distancia e igualmente ver el resultado, aunque generalmente para que esto segundo será necesario estar a poca distancia (autorias inmediatas). Pero, como digo, lo normal es que se prefiera estar a mucha distancia con respecto al resultado de la acción. Es absolutamente “natural”.

    Saludos.

  20. #20.- Enviado por: cesar

    El día 2 de junio de 2011 a las 22:05

    Uyyy la pelicula “The box” no te apuntes mucho por que es malisima…. tal vez la de la dimension desconocida fuera mejor, (eran de Hitchcok no??)….

  21. #21.- Enviado por: Aaron Garcia

    El día 3 de junio de 2011 a las 20:54

    Es sencillo como tratar de explicar lo correcto o lo incorrecto siempre sera un acto individual, como ejemplo, tenemos al vagabundo que roba para vivir, decir que es malo que robe es lo mismo que decir es malo que intente sobrevivir, o no? todo es perspectiva de cada quien. La moralidad humana es irracional en muchos sentidos. Excelente pagina lo llevo leyendo desde hace varios meses y es mi primer comentario. Un saludo y buena vibra desde el pequeño ombligo del mundo.

  22. #22.- Enviado por: KC

    El día 4 de junio de 2011 a las 12:37

    Aaron, la moral no se basa en una realidad objetiva, se basa en un intento de evitar diferentes resultados que sólo tienen que ver con el interés indirecto de quienes tejen esa “moral”. Y si te vas atrás en la Historia entenderás por qué hay la tira de imbéciles que aluden a la “autoridad de la moral”, cuando ni siquiera han pensado bien en todas las variables o circunstancias. Pero es que estamos rodeados de gilipollas que hablan sin pensar, que tan sólo repiten de forma automática lo aprendido, sin plantearse nada más. No es nada nuevo, desgraciadamente. Supongo que incluso podría decirse que es lo “natural”.

    Saludos.

  23. #23.- Enviado por: javierzinho

    El día 7 de junio de 2011 a las 15:43

    Para Cesar:
    Creo que Hitchcock nunca dirigió nada en “Dimensión Desconocida”, pero había un programa en un formato parecido que se llamaba “Alfred Hitchcock presenta” ¿será ese?

  24. #24.- Enviado por: Ricardo

    El día 16 de junio de 2011 a las 06:16

    Este es el articulo que te comente

  25. #25.- Enviado por: Merche

    El día 16 de junio de 2011 a las 06:17

    El articulo que te comente

  26. #26.- Enviado por: raztez

    El día 7 de julio de 2011 a las 22:21

    “gastan 100 dólares en un billete para un fin de semana en una estación de esquí de Michigan. Varias semanas después compran un billete por valor de 50 dólares para un fin de semana en otra estación de esquí, esta vez en Wisconsin,”
    Sorprendente lo barato, claro me imagino lo aburrido que debe ser esquiar por esos lares que son más planos que la pampa… la diferencia de altitud máxima dentro de esos estados es 400 m y ambos puntos no tienen porqué estar próximos, me imagino a la gente esquiando y tomando café al mismo tiempo sin volcar una gota…

  27. #27.- Enviado por: Daniel

    El día 8 de julio de 2011 a las 16:18

    Hola,

    Respecto al dilema del tren, creo que tengo una explicación para nuestro rechazo al segundo escenario.

    Si alguien sólo puede controlar con un botón el cambio de vías, y hay personas en las vías, la responsabilidad de la muerte de esas personas _no es_ de quien controla las vías, pero _el posible resultado final sí_. Por ejemplo si en una vía hay 5 personas que van a morir si no se oprime el botón, pero la otra vía está desocupada, el no oprimir el botón podría ser causal de carcel por negligencia criminal. Pero si en la vía alternativa hay una persona, esa persona va a morir, pero la responsabilidad de que las 6 personas estén en riesgo no es de quien oprime el botón, por ello puede elegir el accidente que causa “menos daño” sin sentirse culpable, pues no es su resposabilidad la causa de la muerte de esas personas.

    Ahora, si el tren va a matar a 5 personas en la vía, esas personas van a morir, pero el observador no tiene responsabilidad (nuevamente) sobre ello. Pero si empujando a alguien a las vía (que morirá) salva a 5, en la práctica colocamos a alguien que no estaba en riesgo y no tenía ningún motivo para morir en un accidente fatal para él/ella. En ese caso, la responsabilidad de esa muerte recae directamente en nosotros (que lo empujamos), y ese sentido de responsabilidad es lo que creo que hace que mucha gente rechaze la idea, aún cuando el “resultado” aparente (en ambas acciones muere sólo una persona en vez de cinco) sean equivalentes.

    Como ejemplo de este razonamiento, propongo un caso semejante: supongan que hay 5 personas que inminentemente van a morir en las próximas horas si no reciben, cada uno, un trasplante de corazón, riñón, riñón, hígado y pulmones, respectivamente. Si una persona justamente muere y da la casualidad que es un donante compatible con los 5, por lo que los 5 se salvan y nadie recriminaría ni sentiría culpable de la muerte del donante por cuanto ninguno de los 5 receptores ni sus familias son responsables de su muerte; PERO, ¿Qué pasa si los familiares, en su desesperación, se dan cuenta que una persona sana y sin peligro de morir ES justamente el donante ideal que salvaría a los 5, y lo asesinan para sacarle los organos? En ambos casos murió una persona y se salvaron los 5… pero ¿Absolveríamos a los familiares en el segundo caso porque el resultado final es idéntico al primero?

  28. #28.- Enviado por: Calamar

    El día 14 de julio de 2011 a las 16:44

    Daniel, creo que has clavado la respuesta al dilema: felicidades.
    Estamos hablando justamente de que la moral no es objetiva, sino subjetiva. Y por eso no es un razonamiento válido el pensar que si el resultado es el mismo, lo que se haga para llegar a él es equivalente moralmente hablando, porque eso sería decir que en este caso la moral es objetiva, basándose únicamente en cuantos viven y cuantos mueren. Pero no lo es: cuando se trata del botón, no estamos asesinando a alguien, sino eligiendo el menor de dos males necesarios. Cuando se trata de empujar al sr. corpulento, estamos asesinando a alguien. El caso de los trasplantes lo ejemplifica aún más claramente.

    Personalmente creo que lo más moral (en mi evidentemente subjetiva moralidad) sería intentar convencer al hombre corpulento de que salte, o al posible donante que se suicide, pero si no quiere hacerlo, respetar su decisión.

    En el caso del botón, francamente, no tengo nada claro si lo pulsaría o no.

    Sobre el problema del esquí, hay un detalle que otorga cierta racionalidad a la elección de elegir al sitio caro pero malo, y es que sabemos (o deberíamos saber) que nuestra información es incompleta. Creemos que el sitio caro es malo y que el barato es bueno, pero no podemos estar seguros de ello hasta que lo comprobemos. En la situación que se describe, elegir un sitio u otro no supone ningún coste, ya que hemos pagado por ambos y no vamos a recuperar el dinero en ningún caso. Pero es muy posible que, si tenemos intención de esquiar varias veces, queramos al menos probar ambos sitios para comprobar cual, de verdad, es mejor o peor. Eligiendo el caro ahora y después, en otra ocasión el barato nos cuesta 50. Eligiendo el barato ahora y después el caro nos cuesta 100.

  29. #29.- Enviado por: Esteban

    El día 1 de agosto de 2011 a las 21:44

    Daniel y Calamar, muy de acuerdo con vosotros. En resumen, que el fin no justifica los medios y que el mismo fin puede ser válido o no válido según los medios que se utilice para conseguirlos. Por ejemplo, aprobar un examen es un fin válido si estudias para conseguirlo, si copias o haces trampas ya no es correcto, aunque el fin sea el mismo.
    De todas formas, ¿qué tiene que ver todo esto con que el hombre esté diseñado por un ser inteligente o no? En todo caso esto demostraría que el ser humano es muy complejo ¡por lo que el ser inteligente que lo creo también debe de serlo!
    Me uno al comentario de que la película de Cámeron Díaz “The Box” es malísima, ni siquiera pude acabar de verla.

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