[Libro] El hombre tecnológico y el síndrome de Blade Runner

Publicado el 19 de febrero de 2017 en Libros por omalaled
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He de reconocer que este libro me ha gustado por un lado y me ha parecido muy malo por otro. En un principio, me ha aportado reflexiones que no han sido las habituales, algunas de las cuales comentaré; pero por otro lado, hay demasiadas páginas donde va diciendo las ideas de uno u otro personaje quizás (y es una sensación propia) enfatizando al personaje no tanto como la idea. Y por si fuera poco, el lenguaje no es precisamente llano en bastantes momentos. No por utilizar un lenguaje más complejo ni que conozcas a más gente en la historia las ideas que dices son más o menos interesantes. Paso a explicar esas ideas que comento.

Para hablar del hombre tecnológico hemos de hablar antes del hombre en sí, porque nos guste reconocerlo o no, no sabemos exactamente cómo somos, cómo pensamos, por qué tenemos conciencia, etc. Y así el autor da un repaso por la filosofía, la historia y aquellos cambios que, más que tecnológicos, han sido cambios que han afectado al hombre y en su forma de comportarse.

No todas las personas son humanos. No todos los humanos son personas. La novedad nos confunde y las fronteras nos asustan. Neil Harbisson se instaló un “ojo artificial” conectado al cerebro que le permite “escuchar colores”, así como “ver colores invisibles”. El problema vino cuando tuvo que renovar su pasaporte ya que el gobierno británico se negaba a considerarlo “ciudadano”. Harbisson luchó por su derecho a que aquel ojo fuera considerado como parte de él y su identidad.

El 7 de junio de 2015 el New York Times informaba que habían muerto 5 personas y otras 20 estaban heridas tras los accidentes que habían sufrido aquel fin de semana. Todas las víctimas por choques de automóviles. En el siglo XIX se calcula que en la misma ciudad el número de caballos oscilaba entre 100.000 y 200.000, cada uno de los cuales producía una media de 10 Kg de excrementos más 1 litro de orina al día. Ahora pensad en el olor y en las enfermedades relacionadas. Por tanto, aunque no moriría ante gente atropellada, cabría plantearse cuántos fallecimientos habría asociados a las infecciones derivadas de los caballos.

Keats condenó a Newton por desacralizar presuntamente la Naturaleza al explicar científicamente los fenómenos físicos. Para Keats era un sujeto “que no creía en nada menos que fuera tan claro como los tres lados de un triángulo” y solía brindar contra él y contra las matemáticas.

Wittgenstein se negaba a hablar e filosofía con los miembros positivistas el Círculo de Viena y en su lugar les leía poemas de Rabindranath Tagore.

Kasparov estaba habituado a jugar contra máquinas, más lógicas, menos intuitivas, más frías y menos emocionales. A primera vista, el cálculo está concentrado al corto plazo mientras que la creatividad y la capacidad humana a largo plazo. No obstante, en su partida contra Deep Blue una jugada le sorprendió por su “heterodoxia”: movió una torre a una posición completamente carente de sentido cuando podría haber hecho un jaque al rey. La respuesta vino veinte jugadas después. Aquella previsión era imposible para los humanos y Kasparov dejó de estar seguro de su superioridad.

Si una máquina es capaz de vencer en una cosa a un ser humano, ¿no podríamos ir construyendo poco a poco una máquina que nos ganara en todos los campos? ¿Podría llegar a una de esas máquinas pasar un test de Turing? Si respondemos que no, entonces, hemos de asumir que dicho test no es de inteligencia, sino de humanidad.

En una ocasión Steve Jobs dijo que cambiaría toda su tecnología por una tarde de conversación con Sócrates. La educación es, sobre todo, la comunicación personal entre profesor y alumno. Los profesores contemporáneos continúan con esa tradición. La verdadera educación está en la imaginación y el pensamiento comunicado a través del lenguaje vivo.

Cuando agotemos nuestros recursos y en caso que desapareciéramos, ¿podría otra civilización como la nuestra volver a aparecer? Veamos qué nos tenía que decir Fred Hoyle:

Se ha dicho frecuentemente que, si la especie humana falla en su forma de vida de aquí en la Tierra, alguna otra especie tomará su lugar. En el sentido del desarrollo de la inteligencia, esto no es correcto. Ya hemos agotado, o pronto lo haremos, los requisitos previos físicos necesarios, por lo que a este planeta concierne. Con el carbón agotado, el petróleo agotado, los minerales metálicos e elevada ley agotados, no hay especie, por competente que sea, que pueda dar el gran salto desde las condiciones primitivas hasta una tecnología de alto nivel. Ese es un asunto de una sola oportunidad. Si fallamos, este sistema planetario falla en lo que se refiere a la inteligencia. Lo mismo ha e ser cierto para otros sistemas planetarios. En cada uno de ellos habrá una oportunidad y solo una.

De Hawking afirma que es el ejemplo de cómo un mismo individuo puede ser un “sabio” en un asunto y un perfecto “idiota” en todos los demás. Tanto leer a grandes personajes y conocer palabras grandilocuentes para no saber decir sencillamente “discrepo” o “en mi opinión está equivocado”. Es mejor, porque si encima estás equivocado acabas peor.

Plantea si somos egoístas ya desde niños. Experimentos hechos en niños de 7 años, al dar a escoger diferentes opciones tomaban la que era más igualitaria, aunque los dos se quedaran pobres. Por ejemplo, de poder elegir entre una elección de 2 caramelos para mí y cuatro para ti o escoger uno para cada uno, esta última es la que seleccionaban. No por egoísmo, sino igualdad.

Se cuenta en la tradición judía que un día un ángel se presentó a un hombre envidioso y le dijo que le daría lo que quisiera, pero que a su vecino le concedería el doble de lo mismo. Entonces, el envidioso no tardó ni un minuto en solicitarle al ángel que, por favor, le arrancara un ojo.

No debemos tener miedo a los transgénicos. De hecho, muchos alimentos que tomamos actualmente no tienen nada que ver con los originales. Hace 3500 años las zanahorias no tenían nada que ver con las actuales. Seguramente, ni siquiera eran naranjas. El color naranja viene del siglo XVI de Holanda, donde la casa real es los Orange.

Habla de la solidaridad. Por ejemplo, la donación de sangre o las donaciones que hacemos de nuestros órganos cuando muramos podríamos pensar, efectivamente que es un gesto muy solidario. También hay donantes de semen, pero con este último se produce una curiosa paradoja y es que el donante recibe una compensación económica por las molestias ocasionadas fijada por el gobierno de turno. Si esta compensación es de 50 euros y donáramos cada día, podríamos ganar 1500 euros al mes. En cuanto a los óvulos, la compensación es de 1000 euros, ya que entre las molestias porque, entre otras cosas, tienen que someterse a anestesia general.

El mercado negro de órganos es una industria floreciente. Que exista no es achacable exclusivamente a quienes lo usan sino a aquellos que han prohibido uno legal usando para ello la violencia ejercida por el Estado. Hay mercados que son ilegítimos u que deben estar prohibidos, como aquellos que hacen daño a terceros; pero los órganos de cada persona pertenecen a dicha persona. Satanizan poner precio desde una posición moralista. Otro caso es el de los “vientres de alquiler”. Si en vez de llamarse así se llamara “gestación subrogada” igual no estaría prohibida. Es un tema que, desde luego, exige un mayor debate.

Nos piden que donemos de forma gratuita, pero también está claro que los profesionales que ponen el órgano en su sitio cobran lo suyo. Entonces, ¿por qué se exige solidaridad a unos pero no a otros? ¿por qué, si dono mis órganos, no tengo derecho a cobrar en vida tal y como hacen los demás?

El amor puede producir tanta tristeza como felicidad, tanta alegría como dolor, una serie de contradicciones. Ortega y Gasset decía que era una especie de “imbecilidad transitoria”, ya que “sin anquilosamiento de la mente… no podríamos enamorarnos.”

Henry David Thoureau planteaba qué debíamos hacer con las leyes injustas: ¿deberíamos estar contentos para cumplirlas? ¿trabajar para enmendarlas y obedecerlas hasta que lo hubiéramos logrado? ¿o debíamos incumplirlas desde el principio? Hay quien plantea que debe hacerse una “desobediencia civil” ante tales leyes. Otro ejemplo: ¿deberían estar las publicaciones científicas consultables de forma gratuita por cualquiera? Hay que tener en cuenta que muchas de ellas han sido financiadas con nuestros impuestos.

Adam Smith advertía en La riqueza de las naciones que habría que meter en la cárcel a aquellos empresarios que se reuniesen porque estarían pactando precios u otras argucias para controlar los mercados.

Habla también de los que van vendiendo humo. Estamos en una época diferente a la de la Ilustración donde el conocimiento no sólo está al servicio del pueblo, sino escrito también por el propio pueblo. Entonces, ¿estamos en una época ilustrada? Antes podía ser perdonable no llegar a tener algún conocimiento, pero hoy día ya se sobreentiende que estamos informados.

En 2007, el Tribunal Supremo absolvió a una curandera que había cobrado 18.000 euros a un enfermo terminal de cáncer. Entre los tratamientos sugeridos estaba poner una vela y una fotografía delante de un vaso de agua. El razonamiento de los jueces fue que la esperanza es humanamente entendida, pero la confianza en la magia no puede recabar la protección del derecho penal (…) el ciudadano medio de nuestra sociedad tiene un nivel de información sobre estas enfermedades y sus características, que difícilmente puede alegar confianza racional en poderes paranormales.

Vamos, que si te fías de ellos, luego no te quejes.

Y si habla así de los médiums, ¿qué pasa con los políticos? Platón fue el primero que denunciió a los políticos en la democracia como un hatajo de charlatanes con licencia para mentir a los incautos. Los llamó sofistas, algo así como caricaturas del auténtico sabio que era el “filósofo”.

Entonces habría que preguntarse cuáles son los conocimientos que los jueces suponen que tiene el ciudadano medio.

Finalmente, ¿podremos hacer un robot que sea humano? La respuesta es que mientras no sepamos cómo es realmente el pensamiento de los humanos, parece que no.

Libro no recomendado al público general, sino aquellos que gusten de la filosofía con montones de personajes y alguna idea que tenían. ¿Que si me ha valido la pena leerlo? Sí pero, como algunas películas, no lo volvería a hacer.

Portada del libro

Título: “El hombre tecnológico y el síndrome de Blade Runner”
Autor: Santiago Navajas



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