[Libro] En el poder y en la enfermedad

Publicado el 28 de noviembre de 2016 en Libros por omalaled
Tiempo aproximado de lectura: 7 minutos y 53 segundos
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El autor del presente libro, David Owen, ha sido rector de la Universidad de Liverpool y miembro independiente de la Cámara de los Lores, así como ministro de Sanidad y de Asuntos Exteriores, y cofundador del Partido Socialdemócrata. Todo quedaría en un político más, pero lo que hace particular al autor y al libro es que antes de ser político ejerció la medicina y se planteó el problema de si las dolencias que podían tener los hombres de poder podían afectar a su toma de decisiones. Es de ello de lo que trata el libro que hoy os quiero comentar.

Es cierto que hay políticos que toman decisiones más o menos inteligentes, más o menos competentes, por así decirlo; el problema es si esa decisión la han tomado realmente de forma racional. El libro desarrolla dos líneas de argumentación. La primera es que tengan, como comentábamos, alguna enfermedad; y la segunda es que se emborrachen de poder y lleguen a padecer lo que llama el síndrome de Hybris.

La historiadora y premio Pulitzer Barbara Tuchman escribió que somos poco conscientes de que el poder:

“genera locura, de que el poder de mando impide a menudo pensar, de que la responsabilidad del poder muchas veces se desvanece conforme aumenta su ejercicio. La responsabilidad general del poder es gobernar de la manera más razonable posible en interés del Estado y de los ciudadanos. En ese proceso es una obligación mantenerse bien informado, prestar atención a la información, mantener la mente y el juicio abiertos y resistirse al insidioso encanto de la estupidez. Si la mente está lo suficientemente abierta para percibir que una determinada política está perjudicando en vez de servir al propio interés, lo bastante segura de sí misma como para reconocerlo, y lo bastante sabia como para cambiarla, eso es el súmmun del arte de gobernar.

(…)

La estupidez, la fuente del autoengaño, es un factor que desempeña un papel notablemente grande en el gobierno. Consiste en evaluar una situación en términos de ideas fijas preconcebidas mientras se ignora o rechaza todo signo contrario (…) por tanto, la negativa a sacar provecho de la experiencia.

Y el autor entonces nos habla de lo que él define como síndrome de Hybris. No es un término médico, al menos, todavía. Su significado se desarrolló en Grecia como descripción de un acto: aquel en el cual un personaje poderoso, hinchado de desmesurado orgullo y confianza en sí mismo, trataba a los demás con insolencia y desprecio. Para dicho personaje era como una diversión tratar así a los otros. Y puede afectar no sólo a políticos, sino a gente de poder de grandes organizaciones o empresas.

Da una serie de características que acostumbran a cumplir los que padecen este síndrome:

1.- Ven el mundo como un escenario en el que pueden ejercer su poder y buscar la gloria en vez de verlo como un lugar con problemas que requieren un planteamiento pragmático.
2.- Predisposición a acciones que den buena imagen de ellos.
3.- Una preocupación desproporcionada por la imagen y la presentación.
4.- Forma mesiánica de hablar de lo que están haciendo y una tendencia a la exaltación
5.- Identificación de sí mismos con el Estado hasta el punto de considerar idénticos los intereses y perspectivas de ambos.
6.- Tendencia a hablar de ellos en tercera persona o utilizando el “nosotros”.
7.- Excesiva confianza en su propio juicio y desprecio del consejo o crítica ajenos.
8.- Exagerada creencia en lo que pueden conseguir personalmente
9.- Creencia de ser responsables no ante un tribunal terrenal de sus colegas u opinión pública, sino ante un tribunal más alto, como el de la Historia o Dios.
10.- Creencia de que en ese tribunal serán justificados.
11.- Inquietud, irreflexión e impulsividad.
12.- Pérdida de contacto con la realidad, a menudo unida a un progresivo aislamiento.
13.- Tendencia a permitir que su visión “más amplia”, en especial su rectitud moral, haga innecesario considerar oros aspectos tales como viabilidad, coste y posibilidad de obtener resultados no deseados: obstinación a no cambiar de rumbo.
14.- Incompetencia, pero no la clásica en la que se toman malas decisiones por su complejidad, sino incompetencia en la que el exceso de confianza del líder lleva a no tomarse la molestia de ver los aspectos prácticos de una directriz política.

Y así, el libro habla de personajes de la historia reciente y cercana de cómo estos dos puntos, las enfermedades y el síndrome de Hybris, han afectado a diferentes políticos, y en épocas bastante delicadas como la guerra de Vietnam, el 11S, la crisis de los misiles en Cuba, etc.

Por ejemplo, el presidente norteamericano Grover Cleveland (1885–1889 y 1893–1897) tenía cáncer de mandíbula y de hecho, fue secretamente operado a bordo de un yate en Nueva York. A la prensa se le dijo sólo que padecía un dolor de muelas. Antes de convertirse en presidente, Woodrow Wilson había tenido hipertensión durante muchos años así como numerosos incidentes neurológicos. En 1919, mientras asistía a la Conferencia de Paz de París “mostró predisposición a hacer cosas que eran antinaturales en él”. Otros dijeron que había desarrollado una mentalidad “obsesiva”. ¿Cómo sería en aquel momento su capacidad para negociar? Posteriormente tuvo un ictus y no podía ni leer ni escribir y no pudo tener ninguna reunión de gabinete hasta 7 meses después.

Del presidente francés Paul Deschanel (1855-1922) se dice que tenía síndrome de Elpénor, un trastorno del sueño que provoca que en la vigilia el paciente pueda mostrar comportamientos anormales, incluso agresivos. Pues bien, en una ocasión recibió al embajador británico, el conde de Derby, completamente desnudo a excepción de sus condecoraciones. Hoy día se cree que tenía una demencia frontotemporal.

Winston Churchill tenía una angina de pecho. Un día, en la cama y fumando un cigarro, tuvo una acalorada discusión con el general Marshall sobre un vital tema de la unidad de mando.

¿Es importante para el público? No sé si lo es o debería o no serlo, pero quienes ostentan el poder sí que lo consideran importante. Por ejemplo, a pesar de que Roosevelt tenía polio y estaba siempre en silla de ruedas, de las 35.000 fotografías que se tomaron de él, sólo 2 de ellas muestran la silla de ruedas.

De Stalin se sabe que tenía una mentalidad extremadamente paranoica. Un día, mientras paseaba con un oficial naval por delante de los guardias de seguridad que estaban colocados a intervalos de 10 metros, comentó que iba pensando cuál de ellos iba a pegarle un tiro por la espalda. Incluso hizo que dispararan contra un guardia personal después de que este último se arreglara las botas para que no crujieran, alarmando a Stalin de que se acercara a él sin oírle.

Aunque, como Robert Dallek, biógrafo del presidente Johnson: ¿Quién debe decidir cuándo un presidente ha sobrepasado los límites el buen juicio racional?

Aunque la relación entre la enfermedad y la capacidad para gobernar no es simple, es algo de lo que las sociedades democráticas tienen que ser más conscientes. Y aquí entra lo que el médico personal puede y/o debe decir. Si ir más lejos, el hijo del médico personal de Nixon, también médico, pudo leer los archivos médicos de su padre que habían estado sellados, y dijo que hay cosas tan confidenciales que nunca las revelará. Hay quien piensa que, efectivamente, toda declaración pública e los médicos sobre sus pacientes constituirían una infracción del juramento hipocrático. Ahora bien, ¿da derecho eso a los médicos personales de los jefes de estado a mentir sobre la salud de estos, pues esto también debilitaría la confianza pública en la integridad e independencia de la profesión médica. Y si el público no puede confiar en los médicos, ¿en quién puede hacerlo?

John F. Kennedy tenía la enfermedad de Adison, cosa que él mismo creyó que tenía que tener en secreto. Hay quien dice que los fracasos de los primeros años de su gobierno, más de por su inexperiencia, fueron por su enfermedad.

En Inglaterra, en 2005, la legislación definió la pérdida de capacidad mental dando una serie de síntomas:
- son incapaces de entender la información relevante para la decisión
- no pueden retener la información relevante
- son incapaces e usar la información como parte del proceso de toma de decisiones
- no pueden comunicar la decisión

En 1960, el Estado de California votó la creación de la Comisión de Requisitos Judiciales para que se ocupara de los jueces que pudieran no estar capacitados para continuar en sus funciones. De los 10 primeros casos de jueces que acabaron retirados, 3 e ellos fueron por causa de grave deterioro mental.

Pero ya no sólo la demencia: la vejez es un factor de riesgo para la depresión y muchas otras dolencias. A De Gaulle se le llegó a oír decir que le advirtieran si detectaban que no estaba en plena posesión de sus facultades mentales; no obstante, a los 78 años todavía se aferraba a su puesto.

La oportunidad e ejercer liderazgo decisivo y polémico es uno de los puntos fuertes de la democracia representativa y de vez en cuando se requiere cierta osadía. Pero la democracia representativa también exige que la toma de decisiones por parte de los dirigentes esté abierta al escrutinio democrático, que aquellos digan la verdad y que, una vez tomadas las decisiones clave, sean responsables de ellas y, si resulta que no están capacitados, estén dispuestos a dimitir de sus cargos.

(…)

A lo largo de más de 40 años he visto con mis propios ojos la metamorfosis de muchos políticos en jefes de Estado do de Gobierno en diferentes países. Con harta frecuencia, esas manos y la mente que las rigen se tornan incapaces de tomar de manera eficaz las mejores decisiones. Disponemos de procedimientos para tratar de garantizar que las personas que toman las decisiones clave en el comercio y en la empresa, así como en las fuerzas armadas, funcionen al máximo de su capacidad. Es hora de que todas las naciones democráticas tomen medidas para salvaguardar la capacidad de sus dirigentes.

(…)

Muchos déspotas adoptan una conducta que a menudo da la impresión exterior de que padecen una enfermedad mental reconocida. Ni Hitler ni Stalin estaban locos en ningún sentido admitido por la profesión médica, mientras que Mussolini sí lo estuvo en sus últimos años a causa de su depresión.

Otra cuestión es si el síndrome de Hybris es esencialmente lo mismo que el trastorno de personalidad narcisista (TPN), pero aunque parecidos no parece ser lo mismo enteramente.

Un libro largo que gustará a los amantes de la historia contemporánea que quieran conocer las interioridades de algunos de los personajes más famosos de la época y las enfermedades o síndrome de Hybris que padecieron.

Portada del libro

Titulo: En el poder y en la enfermedad
Autor: David Owen



Hay 2 comentarios a '[Libro] En el poder y en la enfermedad'

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  1. #1.- Enviado por: J.E

    El día 1 de febrero de 2017 a las 14:32

    Siento intervenir solo para esto (el comentario esta muy bien), pero…
    “Gro ver Revelandero (1885–1889 y 1893–1897) “. Supongo que sera Grover Cleveland, y que el autocorrector te ha jugado una mala pasada.
    https://es.wikipedia.org/wiki/Grover_Cleveland

  2. #2.- Enviado por: omalaled

    El día 1 de febrero de 2017 a las 17:26

    J.E: corregido. Muchas gracias.

    Salud!

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