[Libro] Economía en colores

Publicado el 26 de mayo de 2016 en Libros por omalaled
Tiempo aproximado de lectura: 9 minutos y 45 segundos
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Este libro es la obra escrita de una serie de capítulos que dieron en TV3 sobre economía a cargo del autor, Xavier Sala i Martín. El autor tiene mucha facilidad par explicar la economía de modo que todos le podamos entender. Os hago el habitual resumen

La primera pregunta es ¿para qué sirve el dinero? O más bien, ¿cuándo sirve tener mucho dinero? El Mansa Musa, allá por el año 1375 tenía una fortuna aproximada de unos 400.000 millones de dólares (5 vece más que Billy Gates). Pero no tenía luz, ni un avión que lo llevara a la Meca en 6 horas en lugar de los 2 años que tardó en llegar, tuvo que dejar de leer porque no existían las gafas; ni siquiera tenía una cadena en el váter. Por otro lado, si estuviéramos solos en una isla incomunicados con millones de euros, tampoco el dinero nos serviría más que para hacer fuego y sobrevivir.

Realmente, la clave del éxito del dinero, de la moneda, por así decirlo, es la fuerza de la autoridad que lo emite. En tiempos de los romanos, no había autoridad con más fuerza que los emperadores. Y, efectivamente, fue el imperio romano el que creó el primer sistema monetario global, basado en las monedas de oro y plata.

Los indios tenían tanta confianza en la autoridad de Roma que cuando sus príncipes fabricaron su moneda propia la copiaron exactamente de los denarios romanos… incluyendo la imagen del emperador de Roma.

El hombre más rico del mundo de aquella época no tenía lo que tiene hoy día cualquier trabajador, lo que es una paradoja; si es que consideramos el dinero como medida de la riqueza. Realmente, la riqueza de un país no es la cantidad de dinero ni de oro que tiene, sino la cantidad de cosas que los ciudadanos pueden comprar. Y para poder comprar cosas, alguien las tiene que producir. Esas cosas es lo que llamamos el PIB (producto interior bruto).

Y cuando se producen cosas se obtienen unos ingresos, que sirven posteriormente para pagar salarios, alquileres, etc. Por ello, cuando baja el PIB hay tantos problemas.

Según Adam Smith, la clave del progreso humano es que somos la única especie capaz de intercambiar cosas de forma voluntaria. Y no sólo entre conocidos, sino entre clanes o grupos diferentes. El primer paso clave es la especialización, como os explicaba a la hora de hacer una galleta. Gracias a ella los humanos hemos mejorado nuestra productividad, lo que nos permite trabajar menos horas al día, o trabajar las mismas y utilizar el excedente de alimentos para nuestro bienestar, seguridad y lo que queramos.

Mientras que el comercio apareció hace entre 70.000 y 12.000 años, el sistema económico basado en la propiedad privada de las empresas y concentración de trabajadores apareció en Inglaterra hacia el 1760.

La seda china era un producto de lujo muy deseado por los romanos ricos, que la cambiaban por monedas de oro. La compra masiva de seda hizo que las reservas de oro de la Roma Imperial bajasen hasta el punto en que César Augusto tuvo que prohibir la compra de aquella lujosa tela y la declaró inmoral.

Se calcula que, para sobrevivir, nuestros antepasados cazadores recolectores necesitaban unos 6 kilómetros cuadrados de tierra cada uno de ellos. Quitando desiertos y montañas, en la Tierra hay aproximadamente unos 63 millones. Con esos números, es fácil ver que nuestro planeta sólo podría mantener a entre 10 y 11 millones de personas, mientras que actualmente somos unos 7.000 millones. Necesitaríamos, en teoría, unos 700 planetas.

Ello ha sido posible gracias a la tecnificación. Cada vez hemos ido avanzando, teniendo ideas nuevas, como seleccionar las especies de trigo, cebada, gallinas, vacas, etc., más productivos; se introdujo el arado, utilizamos bueyes y caballos poniéndoles herraduras; fertilizantes, canalización del agua, insecticidas, pesticidas, invernaderos, tractores, etc. Hoy día sólo necesitamos 0,00059 kilómetros cuadrados de suelo para alimentar a una persona, con lo que sólo necesitamos utilizar 4 millones de kilómetros cuadrados. El resto lo dedicamos a hacer casas, campos de fútbol o dejar los bosques.

La economización del suelo es extrapolable a la de las comunicaciones o las fotografías. ¿Cuántas árboles necesitaríamos talar para escribir todas las cartas que podríamos poner los correos electrónicos o WhatsApps que utilizamos a diario? Hoy día enviamos unos 182.000 millones de correos electrónicos, 64.000 millones de WhatsApps y 500 millones de tweets cada día. ¿Cuántos planetas repletos de árboles necesitaríamos para hacer lo mismo en papel?

En el año 1999 se hicieron unos 80.000 millones de fotografías ¿Cuántos productos químicos tóxicos que necesitábamos antes para revelar todas esas fotografías? Hoy día ni siquiera sabemos la cantidad de fotos que se hacen. De hecho, ya no hacemos una foto, sino montones. Un dato es que entre todos subimos de forma anual unos 550.000 millones de fotografías a Facebook. Y todo ello, gracias a la tecnología.

La empresa Kodak quebró en 2012, ya que desapareció su negocio tradicional de venta de película y productos químicos. En el mercado había entrado la fotografía digital, precisamente inventada por Kodak. Pero los ejecutivos pensaron en que aquello acabaría con su negocio, así que intentaron impedir que surgiera aquella tecnología.

Una sociedad que criminaliza y castiga el fracaso es una sociedad llena de gente incapaz de experimentar y arriesgarse, como consecuencia, una sociedad condenada al fracaso.

Durante toda la historia, pueblos que han estado constantemente en guerra, que no tienen nada en común y no comparten creencia alguna sólo se han puesto de acuerdo en una cosa: aceptar el oro y la plata como medio para comprar y vender productos. Es decir, lo único que ha unido civilizaciones tan contrapuestas como, por ejemplo, la musulmana y la cristiana ha sido el oro y la plata. Esta es una de las grandes magias del dinero.

Cuando Marco Polo escribió sobre las maravillas que había visto en sus viajes a la China, una de las maravillas que describió fue precisamente que los chinos compraban y vendían a cambio de papel. Decía que era como si fuesen oro o plata.

Mucha gente piensa todavía que detrás de cada billete que tenemos hay una pequeña parte de oro en el banco central. En otras palabras, que esos billetes están avalados por oro, plata o algún otro metal precioso que el Banco Central Europeo guarde en sus cajas fuertes. Es lo que se conocía como “patrón oro”.

Y así fue hasta que un día EEUU entró en guerra con Vietnam y necesitaba dinero. El gobierno pidió a la Reserva Federal que le imprimiese más billetes para sufragar los gastos. Con ese dinero se podían comprar armas sin subir los impuestos. Sí, es cierto: si todos los americanos pidieran el oro equivalente a su dinero, la Reserva no podría pagarles, pero siendo realistas, ¿cuál es la probabilidad de que esto suceda? Ya, pero ojo con esto: en julio de 1971 el presidente de Francia se presentó en EEUU con 191 millones de dólares bajo el brazo para reclamar el oro correspondiente y el gobierno de Suiza hizo lo propio con otros 50 millones de dólares.

Y Richard Nixon decidió que a partir de aquel momento, los EEUU no avalaban con oro los papeles moneda. Días después, el resto de países del mundo también abandonaron el patrón oro. Y no pasó nada. El sistema no colapsó. Pero si no estaban avalados por oro, ¿por qué la gente seguía aceptando aquellos papeles? La respuesta es la confianza. Si yo confío en que mañana iré con monedas no avaladas por oro a algún sitio y puedo cambiarlas por bienes, no hay problema. La gran lección de la historia del dinero es que su valor clave es la confianza. Podemos decir que vivimos en un sistema monetario llamado “patrón confianza”.

Nos habla de las burbujas económicas, como la de los tulipanes en Holanda, la de las acciones de Terra o la inmobiliaria que sufrimos por aquí. Todas tienen los mismos rasgos: algo empieza a subir de precio (por la razón que sea), pronto los analistas dicen que aquello nunca podrá bajar de precio, aumento de la demanda y de los precios. Un día, nadie más entra a comprar y caen los precios en picado.

Habla de lo que es el pánico bancario. Si el banco tiene 1.500 euros de tres clientes y hace un préstamo por valor de 1000 a algún cliente, sólo le quedan 500. En ese momento, si los tres clientes vienen a llevarse todo el dinero, el banco no tiene para pagarles. Dicho así parece fácil, pero cuando hay millones de clientes, la probabilidad de que todos vengan a sacar su dinero es muy baja. Cuando hay un pánico bancario (porque se dice, por ejemplo, que va mal o cualquier otro rumor), efectivamente, no tiene para pagar su dinero a todo el mundo. Es lo que pasa en la película Mary Poppins. En ella, un cajero intenta quitar un penique al niño que empieza a gritar “Devuélvame mi dinero” y la gente que hace cola, al oír los gritos, saca todo su dinero. Eso sería un pánico bancario infundado (aunque al cajero habría que darle una reprimenda).

Las acciones las inventaron los ingleses en el año 1.600. Los españoles gestionaban la enorme riqueza proveniente de las Américas a través de la Casa Real, mientras que ingleses y holandeses lo intentaron hacer a través de empresas privadas. La primera empresa que se dividió entre muchos propietarios a través de acciones fue la East India Company. La segunda fue la holandesa Dutch East India Company en 1602. De existir las acciones al mercado de ellas, la bolsa no había mucha distancia. La primera del mundo fue la Bolsa de Amsterdam, creada en 1602.

Es cierto que hay muchos inversores en bolsa, pero como el precio de las acciones no se puede predecir, lo que hemos de hacer es lo que dijo el premio Nobel de Economía de 2013 Eugene Famma. Dijo que había que tomar las páginas financieras de un diario, donde salen las empresas que cotizan en bolsa, engancharlas a la pared y hacer que un mono adiestrado lanzara dardos unas 30 o 40 veces. Sobre las compañías en las que hubieran caído los dardos, en esas habría que invertir. Y es que, realmente se obtenía un beneficio mejor que el augurado por los expertos. ¿Es que el mono era más inteligente? No. La diferencia es que no cobraba comisión.

También nos habla de encuestas. En los países del centro de Europa, cuando te sacas el carnet de conducir, debes rellenar un cuestionario donde se pregunta si eres donante de órganos en caso de accidente de tránsito. En Dinamarca sólo el 4% de la población es donante de órganos y en Alemania el 12%. Por el contrario, en Austria y Bélgica el porcentaje de donantes es el 99,98% y el 98% respectivamente. ¿Es que realmente son más solidarios? Resulta que en el cuestionario de Dinamarca o Alemania, por ejemplo, en ese apartado dice: “Marque con una X si en caso de accidente desea que sus órganos sean donados”; mientras que en los países más solidarios la pregunta se hace a la inversa: “Marque con una X si en caso de accidente NO quiere donar sus órganos”. Cuando las autoridades saben cómo funciona nuestra psicología acaban decidiendo por nosotros.

Muchas veces tenemos comportamientos llamados “de rebaño”. Por ejemplo, cuando paseamos por una ciudad y queremos ir a un restaurante, desconfiamos de los que están vacíos. Pensamos: “si no tienen clientes es que habrá alguna razón” y entonces vamos al que está lleno. Pues bien, este tipo de comportamientos que se da con los restaurantes también se da en la bolsa, sobre todo, en aquellos momentos de pánico. El pensamiento es: “si otros venden, por alguna razón lo harán”.

Otra tipo de comportamiento que tenemos en nuestro ser es que cuando tomamos decisiones o tenemos opiniones lo hacemos en base a comparaciones. Cuando opinamos sobre un restaurante, comparamos respecto a otro en el que hayamos comido, lo mismo sucede con los perfumes, las casas, etc. Y eso lo sabe muy bien los expertos en mercadotecnia para llevaros a comprar lo que ellos quieren vendernos (por ejemplo, pueden enseñarte un piso horrible al principio para luego mostrarte otro más normal; entonces, este último lo verás mucho mejor que si te lo hubiesen enseñado al principio). En este sentido cita mucho un libro (que he leído posteriormente y también reseñaré) que es Las trampas del deseo de Dan Ariely. También de este libro comenta otro detalle que es el cambio que experimentamos cuando nos regimos por las reglas sociales o por las reglas económicas; pero estos detalles bien vale la pena dedicarles artículos aparte.

Es un buen libro, recomendado para todos los públicos, donde se puede aprender conceptos de economía de forma fácil y amena. La única crítica que tengo es que hay un par de capítulos en los que habla de diferentes personas a las que él considera innovadores y de cómo debería cambiarse el sistema educativo. Me gusta el autor cuando habla de economía, pero en otros temas, aunque puedan estar relacionados con la economía, su opinión es tan válida como la de cualquier otra persona.

Portada del libro

Título: “Economía en colores” (hay versión en catalán “Economia en colors”)
Autor: Xavier Sala i Martin



Hay 3 comentarios a '[Libro] Economía en colores'

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  1. #1.- Enviado por: Antonio Gregorio

    El día 26 de mayo de 2016 a las 13:26

    Gracias!

  2. #2.- Enviado por: Matias

    El día 5 de septiembre de 2016 a las 22:34

    Este sujeto tiene habilidades y conocímientos pero qué mal uso hace de ellos. ?puede alguien entender de economía y al mismo tiempo defender el independentismo catalán? Un impresentable!!


  3. El día 16 de enero de 2017 a las 01:43

    […] una buena adquisición puede ser el “Economía en colores” de Javier Sala i Martín. El libro se basa en una serie de capítulos de TV3 muy entretenidos que buscan facilitar la comprensión de los factores económicos y ponerlos al […]

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