[Libro] Primates y filósofos

Publicado el 24 de noviembre de 2012 en Libros por omalaled
Tiempo aproximado de lectura: 10 minutos y 58 segundos
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Este libro habla de las diferentes teorías que tienen diferentes científicos para explicar por qué tenemos lo que llamamos moralidad. No es que estén totalmente enfrentados con opiniones totalmente diferentes, sino que discrepan más bien detalles; y todo ello teniendo como fondo el estudio del comportamiento de los chimpancés. Es un libro bastante técnico y es por ello que no calificaría de ameno o recomendaría a todo el mundo. Me ha gustado, sí, pero reconozco que es algo durillo. Os hago el habitual resumen de las ideas que más me han llamado la atención.

Para empezar, explica la Teoría de la Capa. Me extendería mucho para explicarlo, y por ello os dejo este enlace.

Somos una especie social. Un buen ejemplo de ello es que, después de la pena de muerte, el castigo más extremo que podemos concebir es el confinamiento en solitario. Y esto es así, sin duda, porque no hemos nacido para ser solitarios. (…) Nos deprimimos sin apoyo social: nuestra salud se deteriora.

Westermarck habla de las reconciliaciones entre los chimpancés después de las peleas, con besos y abrazos, con lo que podemos decir también que tienen el concepto de “perdón”. Pero también muestran empatía. Un mono dejó de tirar de una cadena que le traía comida durante cinco días y otro doce después de ver que uno de sus compañeros sufría una descarga. Estaban literalmente muriéndose de hambre para evitar hacerse daño mutuamente. Esta empatía era más pronunciada cuando los individuos se conocían entre sí. Westermarck también afirma que si finge estar llorando, rápidamente viene cierto chimpancé corriendo a ver qué le pasa, tomando el mentón del investigador entre sus manos, le mira a los ojos y le toca la cara suavemente con el dedo. Cita incluso a Jane Goodall cuando describió cómo un chimpancé perdió la vida intentando rescatar a un bebé que había caído al agua. Según afirma, los únicos otros animales (aparte del hombre) que se ha documentado que hacen esto son los delfines y los elefantes.

El paso más importante en la evolución de la moralidad humana fue la transición desde las relaciones interpersonales a un enfoque en el bien común. Entre los simios podemos observar los comienzos de este proceso cuando solucionan conflictos ajenos. Las hembras hacen que los machos se reconcilien tras una pelea y los machos de mayor rango a menudo detienen peleas entre otros individuos de forma equitativa promoviendo la paz. Westermarck ve en ello un reflejo de la preocupación por los intereses de la comunidad.

Fijaos en la siguiente historia explicada por De Waal y sus conclusiones a partir de la misma:

A menudo, cuando los visitantes humanos se acercan a los chimpancés de la Yerkes Field Station, una hembra adulta llamada Georgia camina apresuradamente hacia el grifo para recoger un poco de agua antes de que estos lleguen. Después, Georgia se mezcla de forma casual con el resto de la colonia, parapetada detrás de la valla de su recinto al aire libre, y ni aun el más avezado observador sería capaz de notar nada particularmente singular en ella. Si es necesario, Georgia espera varios minutos con los labios apretados hasta que los visitantes se acercan. Se suceden los gritos, las risas, los saltos y a veces las caídas cuando de repente Georgia les riega con el agua.

Esta no es una mera “anécdota”, puesto que Georgia realiza esta acción siempre de forma predecible; he conocido a unos cuantos simios capaces de sorprender a personas un tanto ingenuas… y no tan ingenuas (…)

En cierta ocasión en la que me encontré en una situación parecida con Georgia (esto es, me había dado cuenta de que se había ido hacia el grifo y se acercaba sigilosamente a mí), la miré muy fijamente a los ojos y, mientras la apuntaba con el dedo, le dije en holandés: “¡Te he visto!”. Inmediatamente se alejó, dejó caer parte del agua y se tragó el resto. Con esto evidentemente no quiero decir que Georgia comprenda el holandés, pero sí que debe haber sentido que yo sabía lo que se traía entre manos, y que yo no iba a ser un blanco fácil.

Los científicos que trabajan con estos animales se encuentran en una situación curiosa, al no poder evitar interpretar sus acciones en términos humanos, lo cual instantáneamente provoca las iras de filósofos y otros científicos, muchos de los cuales trabajan con ratas o palomas, o sin ningún tipo de animal. Incapaces de hablar a partir de su experiencia de primera mano, estos críticos deben sentirse muy seguros de sí mismos cuando descartan las explicaciones de los primatólogos por antropomórficas y explican por qué debemos evitar caer en el antropomorfismo.

El mensaje de los críticos del antropomorfismo va en la línea del “Georgia no tiene ningún plan; Georgia no sabe que está engañando a la gente; Georgia simplemente aprende cosas más rápidamente que una rata” (…) ¡Georgia es inocente!

Pero, ¿por qué dejar que se vaya de rositas tan fácilmente? ¿Por qué a un ser humano que actuase así lo amonestaríamos, arrestaríamos o consideraríamos responsable de sus actos, mientras que a un animal, aun uno que pertenece a una especie que se parece tanto a nosotros, le consideraríamos un mero instrumento pasivo de contingencias basado en el estímulo-respuesta?

Otra curiosa historia que nos muestra un lado de los chimpancés que calificaríamos casi como humanos:

El foso de dos metros situado frente al viejo cercado de los bonobos en el zoo de San Diego fue drenado para su limpieza. Después de limpiarlo y de soltar a los simios, los cuidadores se dispusieron a rellenarlo de agua cuando repentinamente el macho más viejo, Kakowet, se acercó a la ventana, gritando y agitando frenéticamente los brazos, como si quiera llamar su atención. Tras muchos años, la rutina de limpieza le resultaba ya familiar. Varios bonobos jóvenes se habían introducido en el foso seco, pero no podían salir. Los cuidadores le dieron una escalera. Todos los bonobos salieron del foso por su propio pie salvo el más pequeño, que fue rescatado por Kakowet.

¿No hemos de concluir que Kakowet se había dado cuenta que no sería una buena idea llenar el foso de agua mientras los bonobos jóvenes seguían dentro, aun cuando a él no le afectara?

El primero que propuso una uniformidad evolutiva para todas las especies fue David Hume en su Tratado de la naturaleza humana:

Es a partir de la similitud entre las acciones externas de los animales respecto de aquellas que nosotros mismos realizamos que juzgamos su interior como parecido al nuestro; al llevar este principio de la razón un paso más allá, concluiremos que puesto que nuestras acciones internas se parecen las unas a las otras, también habrán de parecer entre sí las causas que se deriven. Cuando, entonces, avanzamos cualquier hipótesis para explicar una operación mental que sea común a hombres y a bestias, debemos aplicar la misma hipótesis a ambos por igual.

¿Somos imparciales cuando juzgamos a los demás o tienen un papel importante las emociones? Pues según se afirma, si todos fuéramos más conscientes de las diversas formas en que las emociones influyen sutilmente sobre nuestros juicio morales, el mundo sería un ligar mejor porque estaríamos menos dispuestos a obedecer estos prejuicios moralmente corruptores (…) Ver de qué manera tan sutil como poderosa las emociones pueden guiar el comportamiento de los chimpancés puede ayudarnos a comprender de qué forma poderosa y sutil las emociones pueden influir en nuestro propio comportamiento, influyendo comportamientos productos de la razón pura.

Las neuroimágenes muestran que la tarea de realizar un juicio moral implica una gran variedad de zonas cerebrales, algunas de ellas muy antiguas. En resumen, la neurociencia parece apoyar la postura de que la moralidad humana está evolutivamente anclada en la sociedad de los mamíferos.

¿Qué hay de diferente en nuestra forma de actuar que nos hace ser, frente a otras especies, seres morales?

Frans De Waal dice que un ser moral es un ser capaz de comparar sus acciones o motivaciones pasadas o futuras, así de como rechazarlas o aprobarlas. No existen razones para pensar que alguno de los animales inferiores posea esta capacidad.

La inteligencia se define como la habilidad para conocer el mundo, aprender de la experiencia, establecer nuevas conexione causa-efecto y poner ese conocimiento al servicio de la consecución de nuestros fines.

Plantea cuestiones como ¿tienen creencias los animales no humanos? Los humanos (algunos) nos esforzamos por ser honestos, educados, responsables y valientes ante circunstancias adversas. Es cierto que hay simios que se comportan de igual manera pero, ¿lo hace porque crea que debe serlo? Los esfuerzos que realiza un adolescente para estar a la última, ¿lo hace para vivir su vida guiada por ideales o empujada por meros impulsos y deseos?

En Bien natural, De Waal nos cuenta la historia de un mono capuchino enfadado que arrojaba objetos contra un observador humano. Cuando se le acabaron los objetos, el capuchino cogió una mona ardilla y la arrojó contra el humano. De Waal observa que a menudo, los animales parecen considerar a los seres pertenecientes a otra especie como meros objetos ambulantes. Pero ninguna especie es más culpable de tratar a quienes pertenecen a especies distintas como objetos ambulantes que la nuestra; somos la única especie que es consciente de que esto está mal.

En tanto que seres capaces de hacer lo que debemos y de considerarnos responsables de nuestras acciones, y en tanto que seres capaces de preocuparnos por lo que somos y no simplemente de lo que podemos conseguir para nosotros mismos, tenemos la obligación de tratar al resto de animales decentemente, aun cuando nos resulte costoso.

De forma universal, los humanos tratamos a los desconocidos muchísimo peor de lo que tratamos a los miembros de nuestra propia comunidad. Es más, las normas morales apenas parecen ser aplicables fuera de nuestro entorno. Es cierto que en la época moderna existe un movimiento que busca expandir la red de la moralidad para incluir incluso a los miembros de un ejército enemigo (por ejemplo, la Convención de Ginebra, adoptada en 1949), pero todos somos conscientes de cuán frágil es este esfuerzo.

¿Por qué el hecho de que los animales no sean miembro de nuestra especie justifica que concedamos menos importancia a sus interesas que la que le concedemos a intereses similares que se dan entre miembros de nuestra propia especie? (…) El paralelismo que el movimiento animalista establece entre la abolición del abuso de animales y la abolición de la esclavitud es “escandaloso” porque, frente a los negros o las mujeres, los animales no humanos nunca podrán ser miembros de pleno derecho en nuestra comunidad. La diferencia está ahí, pero si los animales no pueden ser miembros de pleno derecho de nuestra comunidad, entonces tampoco los seres humanos con graves discapacidades intelectuales podrían serlo. Y sin embargo no creemos que esto sea razón suficiente para preocuparnos menos por su sufrimiento.

Si un animal siente dolor, entonces ese dolor importa tanto como el que el humano sufre; ocurre lo mismo si el dolor provoca el mismo sufrimiento y tiene la misma duración. De manera que hay algo de verdad en el paralelismo entre la esclavitud humana y a esclavitud animal. En ambos casos, miembros de un grupo más poderoso se arrogan el derecho de utilizar a otros seres fuera del grupo para sus propios fines egoístas, ignorando ampliamente sus intereses. Esta utilización se justifica posteriormente mediante una ideología que explique por qué los miembros del grupo más poderos valen más y tienen el derecho, a veces divino, de gobernar sobre los extraños del grupo.

La moralidad es un fenómeno orientado hacia el grupo que nace del hecho de que contamos con un sistema de apoyo para sobrevivir (McInyre, 1999). Una persona solitaria no necesitaría la moralidad (…) No habría ningún tipo de presión para desarrollar restricciones sociales ni tendencias morales.

Las convenciones sociales varían enormemente: cosas que pueden sorprender enormemente en una cultura (como eructar después de una comida) pueden ser recomendables en otra. Limitadas por su impacto sobre el bienestar de los demás, las normas morales son mucho más constantes que las convenciones sociales (…) Las cuestiones morales de nuestra época (la pena capital, el aborto, la eutanasia o el cuidado de pobres, enfermos o ancianos) giran todas alrededor de los sempiternos temas de la vida, la muerte, la gestión de los recursos y la prestación de cuidados.

La lealtad es una obligación moral. Si yo volviera a casa con las manos vacías tras una correría durante una época de hambruna generalizada y le dijera a mi familia hambrienta que encontré algo de pan pero que lo regalé, se enfadarían conmigo. Este acto sería visto como un fracaso moral y una injusticia, no porque los beneficiarios de mi comportamiento no fueran merecedores de dicho sustento, sino porque mi obligación era para aquellos cercanos a mí. El contrate es aún más pronunciado en épocas de guerra, cuando el ejercicio de la solidaridad para con la tribu o nación resulta obligatorio: la traición nos parece moralmente censurable.

Me preocupa la utilización de animales en la investigación médica, y me angustia tener que decidir si, por ejemplo, deberíamos continuar nuestras investigaciones sobre la hepatitis B en chimpancés u olvidarnos sus potenciales beneficios. ¿Queremos curarnos o proteger a los chimpancés? En este debate en concreto, me inclino por la segunda opción, si bien al mismo tiempo admito que utilizaré cualquier vacuna que pueda salvarme la vida. Lo menos que puedo decir, no obstante, es que me encuentro ante un dilema. Es por ello que encuentro el lenguaje utilizado en defensa de los derechos de los animales, llenos de estridencias y pronunciamientos absolutos, inconfundiblemente falto de utilidad.

Somos los únicos a los que preocupa por qué pensamos lo que pensamos.

La conclusión de De Waal es que:

Olvidarnos de las características que compartimos con el resto de primates y negar las raíces evolutivas de la moralidad humana equivaldría a llegar a lo más alto de un rascacielos para posteriormente afirmar que el resto del edificio es irrelevante, como si el concepto de “torre” fuera únicamente aplicable a su parte más alta. La semántica, que sirve para enfrascarnos en discusiones académicas apasionantes, es sin embargo una pérdida de tiempo. ¿Son los animales morales? Concluyamos, más bien, que ocupan varios pisos en la torre de la moralidad. El rechazar incluso esta modesta propuesta únicamente puede dar lugar a una visión muy pobre de todo el conjunto.

Y esto nos lleva a recordar lo que ya Stephen Jay Gould planteó en 1980:

¿Por qué habría de ser nuestra maldad el bagaje de un pasado simiesco y nuestra bondad únicamente humana? ¿Por qué no habríamos de ver continuidad con otros animales también en nuestros rasgos “nobles”?

Lo dicho, un libro algo duro, no ameno. Recomendado básicamente para quienes quieran conocer esas diferentes teorías con su detalle.


Tïtulo: “Primates y filósofos”
Autor: Frans de Waal



Hay 3 comentarios a '[Libro] Primates y filósofos'

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  1. #1.- Enviado por: tanausu

    El día 24 de noviembre de 2012 a las 21:02

    Muy bueno Omalaled, se agradece el esfuerzo de síntesis.

    El tema es apasionante…

  2. #2.- Enviado por: Gabriel

    El día 28 de noviembre de 2012 a las 23:46

    Muy, pero que muy bueno omalaled! Yo veo un rasgo de inteligencia ser capaz de sentir empatía por un animal. Es una forma de abstraer las características comunes entre todas las diferencias, una forma de captar analogías a nivel emocional. Si alguien espera a encontrar a alguien exactamente igual a si mismo para identificarse, estará sólo toda la vida.
    Me ha recordado el video de la manada de bufalos contra leones (o era cocodrilo?qué memoria…!) en el parque Kruger.
    A mi me enseñaron una definición de cultura que me gustó mucho y que era “todo conocimiento trasnmitido de generación en generación sobre lo que es positivo o negativo para la vida (de uno mismo o de los otros)”. Quizás no tengan conceptos abstractos como el bien o el mal, pero estoy convencido de que tienen el instinto de ambas cosas. Nosotros tenemos habla,lengua, idioma y escritura, y simbolos, entre otras cosas, pero no me cabe duda que los animales tienen su propio lenguaje, y ser capaces de identificarnos con ellos es el primer paso para entenderlo. Igual que recomiendo viajar, me parece casi imprescindible que haya animalesen casa (aparte de mis padres y hermanos)

  3. #3.- Enviado por: Malonez

    El día 30 de noviembre de 2012 a las 17:59

    Genial post y de acuerdo con todo lo que se dice. Siempre es un placer venir a leer por aquí.

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