Infanticidio

Publicado el 13 de septiembre de 2012 en Curiosidades por omalaled
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Una de las curiosidades de algunos animales, entre los que nos incluimos, es que sabemos (al menos, creemos saber), cuáles son nuestros hijos y cuáles no. Parece mentira, pero este hecho, que puede parecer insignificante, tiene unas implicaciones impresionantes: el infanticidio. Y de ello os quiero hablar en nuestra historia de hoy.

San Agustín decía que nosotros éramos las únicas criaturas en tener relaciones sexuales por placer más que con el fin de procrear. No obstante, existen ciertos animales que son un clarísimo contraejemplo de su afirmación: los bonobos.

Estos animales tienen relaciones sexuales para celebrar una buena comida, terminar una disputa o consolidar una amistad. Aún habría quien afirmaría que realmente sería puramente por procreación, pero no es así, ya que muchas de estas relaciones son homosexuales o se mantienen con animales jóvenes. Se pasan el día teniendo relaciones sexuales. Haz el amor y no la guerra sería la mejor frase que se les podría aplicar. Su actividad sexual y las hinchazones genitales están en gran medida desconectadas de la fecundación.

Una de las consecuencias de este comportamiento es que con este tipo de relación apenas tienen violencia entre ellos. En palabras de Richard Wrangham y Dale Peterson (fuente).

Tanto el chimpancé común como el bonobo evolucionaron del mismo ancestro que dio lugar a los humanos, y sin embargo el bonobo es de las especies más pacíficas y no agresivas de mamíferos que hoy día viven en la tierra. Han desarrollado vías para reducir la violencia que permean toda su sociedad. Nos muestran que la danza evolutiva de la violencia no es inexorable.

Pero hay otra consecuencia mucho más curiosa: un bonobo macho no tiene forma de discernir qué crías pueden haber sido engendradas por él. No es que los antropoides sean conscientes del vínculo entre sexo y reproducción (sólo nosotros lo somos), pero es corriente que los machos favorezcan a las crías de hembras con las que han copulado, lo que redunda en el beneficio de su progenie.

Los bonobos tienen demasiados contactos sexuales con demasiadas parejas para hacer tales distinciones. Si tuviéramos que idear un sistema social en que la paternidad fuera confusa, difícilmente podríamos hacerlo mejor que ellos. Los padres humanos tenemos bastante más certeza de la paternidad de los machos en comparación a otras especies altamente promiscuas ¿Y qué puede tener de malo que los machos sepan cuáles son sus hijos? La respuesta es el infanticidio: la muerte de crías engendradas por otros machos.

Por ejemplo, los langures machos, después de apropiarse de un harén de hembras, tienen por costumbre matar a todas las crías engendradas por su antiguo dueño. Los leones hacen lo mismo: matan a todos los cachorros del anterior dueño sin ni siquiera comérselos. De hecho, mueren hasta un 80% de los cachorros de león por esta causa.

Todo esto se lo explicó por primera vez Yukimaru Sugiama en un congreso en 1979 en Bangalore. Frans de Waal, quien estaba en aquel congreso, dice que hubo un silencio sepulcral seguido de una dudosa felicitación. La idea de que los animales puedan cometer infanticidios y no sea por accidente resulta repulsiva e incomprensible. La comunidad científica no podía creer que las mismas teorías que hablaban de supervivencia y reproducción pudieran aplicarse a la aniquilación de criaturas inocentes.

A la antropóloga Sarah Blaffer Hrdy no se le escapó que esto se aplica también a nosotros, los humanos. Por ejemplo, es sabido que los niños tienen más posibilidades de sufrir maltrato por padrastros que por padres biológicos. La Biblia describe la matanza de niños ordenada por Herodes, y ya se sabe que pasa en las guerras: los hijos de las mujeres del enemigo son maltratados y asesinados. Por supuesto, las hembras hacen lo que pueden para defender a sus crías, pero ante el macho más fuerte, poco pueden hacer.

¿Cuál es la mejor defensa? Confundir la paternidad. Cuando uno o más machos extraños toman posesión de un grupo de hembras, como es el caso de los leones y langures, los recién llegados pueden estar seguros al 100% de que no son padres de ninguna de las crías presentes. Pero si el macho ya vive en el grupo donde se encuentra con una hembra que tiene una cría, la situación es diferente. La cría podría haber sido engendrada por él, así que matarla puede reducir el éxito reproductivo.

Nunca se ha observado el infanticidio en los bonobos, ni en libertad ni en cautividad. Y, de hecho, el bonobo es una excepción entre los antropoides. El infanticidio, por otro lado, está bien documentado en gorilas, en chimpancés… y en humanos.

Aun así, hemos de aceptar que es bueno saber cuáles son realmente nuestros hijos… ¿o quizás no tanto?

Fuente:
Frans de Waal, El mono que llevamos dentro.
Matt Ridley, ¿Qué nos hace humanos?



Hay 10 comentarios a 'Infanticidio'

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  1. #1.- Enviado por: Manolo

    El día 14 de septiembre de 2012 a las 09:47

    Sólo por curiosidad ¿No hay en los bonobos enfermedades de transmisión sexual?

    Es curisoso que en los humanos, teoricamente no TAN promiscuos, existan de todo tipo y no se mencionen en los bonobos.

    Ah, y gracias por los interesantes post con que nos regalas.

  2. #2.- Enviado por: Gabriel

    El día 14 de septiembre de 2012 a las 17:53

    San Agustín y demás clérigos también saben algo del papel que tiene la sublimación del instinto sexual y sus consecuencias en las relaciones sociales, la creatividad y la actividad intelectual. Llevada al extremo da casos como el de uno de los filósofos más geniales de la Historia, Immanel Kant, que deseaba (y hay quien dice que lo hizo) deshacerse de sus genitales para pensar con mayor claridad, o casos como sacerdotes incapaces de sobrellevarlo, con resultados por todos conocidos.
    Y es que los bonobos no tienen (o es muy reducida) cultura, ni transmisión de ideas, es decir, faceta intelectual, por decirlo mal y pronto.

  3. #3.- Enviado por: Laertes

    El día 15 de septiembre de 2012 a las 10:05

    @Gabriel, no sé si lo he entendido muy bien, ¿estás diciendo que los bonobos no tienen cultura porque son muy promiscuos? Porque de todo el reino animal estás hablando del grupo (primates) que precisamente más “faceta intelectual” (según tus palabras) tiene y de los animales más cercanos a nosotros junto con los chimpances.

  4. #4.- Enviado por: omalaled

    El día 15 de septiembre de 2012 a las 20:01

    Manolo: no soy experto en la materia, pero sí que he leído que existe el SIV. Otra cosa es que sea mortal o no. Y gracias a ti :-)

    Salud!

  5. #5.- Enviado por: Gabriel

    El día 17 de septiembre de 2012 a las 11:57

    Algunos primates sí tienen cultura, claro que sí, se transmiten conocimientos de una a otra generación, pero como digo también, es muy reducida. No creo sin embargo que la única causa sea la prosmicuidad (los chimpances son primates y no comparten esa faceta de los bonobos). Era sólo un apunte de cómo, la sublimación del instinto sexual y su enfoque hacia otras tareas sí que ha llevado al ser humano a desarrollar un universo cultural como no hay otro en el reino animal.

  6. #6.- Enviado por: Quimitube

    El día 20 de septiembre de 2012 a las 12:30

    Me ha encantado, es una historia verdaderamente curiosa e interesante :D O sea, que los bonobos son los hippies del reino animal, como bien has dicho tú: “Haz el amor y no la guerra”.

    En cuanto al tema del infanticidio, yo he trabajado con ratas y sé que también había situaciones espeluznantes, aunque no estoy documentada al respecto ni puedo hablar más que por algunos recuerdos confusos de que “a veces sucedían cosas desagradables”.

    Buena entrada.

  7. #7.- Enviado por: MensSuperMateriam

    El día 25 de septiembre de 2012 a las 18:14

    @Gabriel, la sublimación del instinto sexual es una idea central del Psicoanálisis, la disciplina menos científica (usar criterio de falsabilidad de Popper, por ejemplo) dentro de la Psicología, la cual ya de por sí muchas veces se aleja del paradigma de lo que es una ciencia. Así pues estás dando una excesiva credibilidad (o al menos importancia) a una fuente de ideas altamente cuestionable.

    Sin embargo, esto no implica que la idea que propones carezca totalmente de sentido, pero sólo si la replanteas desde un punto de vista puramente objetivo. Tomando como base las neurociencias (que sí lo son) neurotransmisores como la dopamina participan en el llamado “mecanismo de recompensa y placer”, eje central de la motivación. La realización de aquellas tareas con componente positivo (instinto, aprendidas, etc) causan un aumento de dopamina en estas regiones del cerebro y con ello satisfacción (placer); la no realización de estas tareas, o consecución de estos objetivos, causa frustración (dolor como ausencia de placer).

    El placer sexual sería sólo un tipo dentro de los posibles, en este caso con una fuerte base biológica (instinto). Es decir, no se trata de que los placeres se basen en el sexual, sino que el sexual es sólo uno de los muchos capaces de causarlo (aumento de dopamina).

    Obviamente, cuanto más tiempo y recursos mentales dediques a satisfacciones inmediatas (sexo, comida, etc), menos tiempo y recursos mentales dedicarás a otro tipo de tareas, como las intelectuales. Pero es tan simple como eso, una máquina que se dedica mucho a una tarea no puede dedicarse tanto a otra, y viceversa. No tiene nada que ver con “elevar el instinto a actividades más nobles” o idealizaciones subjetivas de cualquier otro tipo (que parecen subyacer en tu opinión, mucho más si usas una referencia como San Agustín).

    Tu idea de base es errónea (mayor sexualidad implica menos cultura). Sirvan de contraejemplos humanos, los citados bonobos, o los delfines y compáralos con animales estrictamente limitados a periodos de celo. Si comparas sólo humanos con todos los demás tu punto de vista queda claramente sesgado desde un punto de vista evolutivo.

  8. #8.- Enviado por: Gabriel

    El día 26 de septiembre de 2012 a las 16:41

    Fascinante, gracias por la aclaración, se me escapan muchas cosas pero siempre se parende un poquito.
    De todas maneras yo no he pretendido (creo que en ningún momento he hecho esa aseveración) decir que a mayor actividad sexual menor cultura. Creo que Laertes también me entendió así, y entonces es que me he explicado mal (para variar ;-) ). Al nivel en que me muevo yo, que está muy lejos de la neurociencia o la Psicología avanzada, la sublimación del instinto sexual, o de cualquier otro (“positivo” o “negativo”, notense las comillas), no es más que la traslación de la energía motivada por ese instinto hacia otras tareas. No sé si más intelectuales o no, pero si por motivos, pongamos el ejemplo tonto, de civismo o “educación” (otra vez las malditas comillas) no podemos dar rienda suelta a esa energía, los seres humanos tenemos la capacidad de enfocarla hacia otras tareas, en vez de ponernos a dar vueltas sin fin. Esto llevado al extremo da, como decía en el primer post, un sinfín de problemas de comportamiento, y aunque aprender a modular los instintos es fundamental, no comparto la visión de los religiosos de reprimirlo, por muy sublimes que sean sus consecuencias (misticismo, obras universales de la pintura, música celestial), aunque sí de aprender a manejarlo, modularlo (el instinto sexual, y por extensión el resto).
    Igual se va un poco del tema, pero me viene a la memoria un experimento de psicología en el que a niños se les ofrecía un dulce, con la advertencia de que si no lo tomaban hasta que volviera la persona encargada, tendría muchos más. Los niños que al dejarles solos tenían mayor capacidad para desviar su atención del dulce o para evitar comerselo haciendo otras tareas como cantar, silbar, etc, al parecer (y no tengo más datos, porque era un sencillo documental de la tele), con el paso de los años tuvieron menos problemas de fracaso escolar.

  9. #9.- Enviado por: MensSuperMateriam

    El día 29 de septiembre de 2012 a las 09:28

    @Gabriel. Pues si se trata de un malentendido, me disculpo si he parecido excesivamente duro en la crítica. Tiendo a actuar de este modo cuando tengo la impresión de que el interlocutor de turno se deja llevar por ideas preconcebidas (confirmation bias), (re)interpretando los fenómenos de forma que acaben por darle la razón en una idea que ya tenía formada (el ejemplo religioso es el primero que se me viene a la cabeza).

    Me gustaría insistir en que sigues enfocando el asunto como “desviación del instinto o los instintos” incluso aunque no les atribuyas connotaciones de algún tipo, cuando es mucho más adecuado describirlo como una “desviación de la motivación”.

    Es posible redefinir el concepto de instinto (id-ello) y hacerlo más amplio, de forma que no quede reducido a una idea de “impulso primario” (sexual, comida, supervivencia, etc). Tal vez esta sea la idea que tengas en mente, igualando instinto a energía psíquica. Esto es lo que hizo Jung, por ejemplo, que estaba en desacuerdo con la idea de su maestro Freud para el que “todo era sexo”. Pero si el concepto original ya tiene un significado bien establecido, que demuestra ser incorrecto o limitado, yo personalmente soy partidario de cambiar de concepto. Se evita así la confusión de ideas, un error del que nadie se salva (es fácil establecer correlaciones causales inexistentes entre ideas que guardan algún tipo de “proximidad”).

    Estoy de acuerdo contigo en que los instintos deben ser hasta cierto punto controlados. Tan simple como que si vives en sociedad, para que esta funcione, es necesario que todos sus miembros sean conscientes de la necesidad de unas reglas de convivencia. Renunciar un poco a la individualidad, si quieres (tu libertad llega hasta donde empieza la mía…). Esto lleva a interesantes paradojas, en las que para que todo el mundo sea libre, cada individuo deba renunciar un poco a la suya, y aquellos que eligen no hacerlo (conscientemente, no por circunstancias) son más libres que los demás, pero sólo porque se apropian de la libertad del resto… (me salgo un poco de contexto, aquí lo dejo).

    Conozco el experimento que dices y me alegro que lo hayas mencionado. Aquellos individuos que obedecieron puede que a la larga estuviesen mejor “adaptados” para una vida en común “por obedientes”. Pero el mismo experimento, realizados que niños de muy corta edad, también demostró que los que no lo hicieron mostraron, no más instinto como dices, sino una mayor AUTOCONCIENCIA. El documental que yo vi, del que éste era una parte, hablaba sobre a qué edad los niños toman conciencia de sí mismos, de su propia existencia, como la prueba del espejo en otros animales. Cuando el supervisor se salía de la habitación los traviesos eran “conscientes” de que no estaban vigilados y optaban por quebrantar el mandato. Mientras que aquellos que no comían el dulce (creo recordar que eran donuts) pensaban que incluso fuera de la habitación el adulto en cierta forma “les seguía vigilando”. Aunque tenían razón, estaban equivocados en su razonamiento, ya que ninguno tenía forma, a esa edad, de saber qué estaba realmente ocurriendo. Los obedientes eran más susceptibles a la autoridad porque al mismo tiempo eran menos conscientes de su propia existencia como entes separados (del adulto, entorno, etc).

    ¿Te suena aquello de que estadísticamente el fracaso escolar es mucho mayor entre superdotados que entre la población normal?. Los mediocres (corrientes) son, en muchos casos, los mejor adaptados a la vida en común.

  10. #10.- Enviado por: Gabriel

    El día 29 de septiembre de 2012 a las 14:31

    Mil gracias por la aclaración, aunque no estoy seguro de haberlo captado del todo. Entonces no se considera el instinto como un impulso primario, ni como una energía psiquica, si no como una motivación. Hay entonces motivaciones de diferente orden? Se me ocurre pensando en la apatía o la abúlia, y en los estímulos que consiguen sacarnos (a mi al menos) de ese estado. No todos tienen el mismo efecto, ni la misma intensidad o efectividad, y aunque cada uno tiene una configuración diferente, el que los publicistas recurran siempre a los mismos estímulos me hace pensar que sí hay instintos o motivaciones de distinto orden.
    Perdón si me he salido del tema, pero me ha enganchado tu razonamiento.
    En cuanto el experimento, el que ví yo no se planteaba en forma de ordenes o prohibición, si no como una oferta: un dulce ahora, o muchos más tarde.
    Aunque lo que dices me cuadra con otro parecido en que el adulto repartía los dulces y lo hacía de forma patentemente injusta. Algunas protestaban y otros se conformaban.
    Gracias, a tí y a omalaled!

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