[Libro] Placebo

Publicado el 6 de marzo de 2011 en Libros por omalaled
Tiempo aproximado de lectura: 9 minutos y 58 segundos
Este artículo se ha visitado: 14.644 views

El libro que os quiero comentar hoy habla, como su título bien indica, del efecto placebo. Parece ser que algunas partes del cerebro están diseñadas para secretar ciertos agentes químicos en la sangre que los glóbulos blancos incorporan para, a continuación, modificar su comportamiento. Y este efecto debe tenerse en cuenta siempre que se hacen afirmaciones como que cierto medicamento o acción funciona o no. Os hago el habitual resumen.

El autor expone en diferentes partes del libro la idea de que si bien los ensayos clínicos que suelen hacerse con un experimento de doble ciego, con un grupo al que se da el medicamento auténtico y otro de control al que se le da el placebo, son incompletos. Tendría que existir un tercer grupo al que no se diera nada en absoluto para ver si así se puede diferenciar del grupo al que se ha dado el placebo. De este modo sí que podríamos controlar si el efecto placebo realmente funciona.

El efecto placebo ya es conocido hace tiempo. Por ejemplo, en 1807, Thomas Jefferson escribió en su diario que uno de los mejores médicos que había conocido en su vida le había asegurado que “administraba más píldoras de pan, gotas de agua tintada y cenizas de nuez que todos los demás medicamentos juntos”.

Pero si hablamos de ensayos clínicos para descartar el efecto placebo hemos de hablar de estadística. Algunos historiadores afirman que hubo una revolución no menos influyente que la revolución científica en el siglo XVII: una “revolución probabilística”, pero que fue bastante lenta. La investigación de las intervenciones terapéuticas, en este aspecto, no se inició hasta la década de 1720. Quien lo hizo fue el físico francés James Jurin tras comparar la mortalidad de las personas vacunadas con las que morían de viruela sin haberse vacunado. No tuvo éxito y sus colegas apenas prestaron atención a sus hallazgos. De hecho, la vacuna de la viruela no se legalizó hasta 1769.

La misma desconfianza en los métodos estadísticos condujo a los médicos vieneses a rechazar las recomendaciones de Ignaz Semmelweis, cuando advirtió que la mortalidad de las parteras era mucho más alta en el ala del hospital gestionada por médicos y estudiantes de medicinas, que la gestionada por las jóvenes que se preparaban para ser comadronas. A pesar de la evidencia estadística, los colegas de Semmelweis tardaron varias décadas en aceptar las medidas que proponía.

En 1860, Joseph Lister publicó una serie de artículos para mostrar que la administración de antisépticos en la Royal Infirmary de Glasgow había reducido la mortalidad por amputación, pero hasta finales de siglo el establisment médico no aceptó sus descubrimientos.

Antes del siglo XX, los progenitores del ensayo clínico establecieron el principio básico de comparar varios grupos de pacientes sometidos a tratamientos diferentes. En el siglo XX se introdujeron dos mejoras: la aleatoriedad y el grupo de control con placebos. El primero era que los pacientes debían ser escogidos de manera aleatoria, y el segundo que hubiera un grupo al que se diera una falsa terapia.

Los pocos ensayos que se hicieron antes de la Segunda Guerra Mundial no incluían un grupo de control con placebo: se limitaban a comparar dos tratamientos entre sí o con lo que sucedía cuando no se aplicaba ningún tratamiento. Los placebos se emplearon como mecanismo de control en los estudios de efectos de sustancias como la cafeína en voluntarios sanos, pero la mayoría de médicos consideraban poco ética la idea de ocultar deliberadamente a alguien que se encontraba enfermo y en peligro de muerte que, en realidad, sólo se estaban sometiéndolo a un presunto tratamiento.

Fue Henry Beecher quien jugó un papel fundamental para convencer a los médicos que era tanto ético como necesario. A las objeciones éticas respondió que un placebo no era lo mismo que no hacer nada. Allá por la década de los 1950, Beecher y otros ya habían convencido a la comunidad médica que únicamente comparando un tratamiento real y un placebo se podía descubrir la verdadera eficacia del primero. Aun así, este hombre no está libre de controversias.

Y no fue hasta tiempos tan recientes como en la década de 1970 cuando la FDA (US Food and Drug Administration) dictaminó que todo nuevo fármaco debía pasar por unos determinados ensayos clínicos aleatorizados y controlados antes de que se autorizase su venta. En la década de los 1980 las publicaciones científicas siguieron el ejemplo de la FDA y exigieron que cuando un laboratorio declarase la eficacia de un medicamento lo respaldara con ensayos científicos. Finalmente, en la década de los 1990 apareció un movimiento conocido como “medicina basada en la evidencia” cuyos defensores instaban a los médicos de cabecera a hacer uso de los resultados de los ensayos clínicos en su práctica clínica cotidiana.

Y no deja de ser curioso que estas cosas vayan tan despacio, porque hace más de cien años, en 1865, Claude Bernard ya había dicho que:

Todo médico que prueba un remedio y cura a sus pacientes se inclina a pensar que, cuando hay cura, esta se debe a su tratamiento. Pero lo primero que hay que preguntarle es si ha probado a no hacer nada, es decir, a no tratar a otros pacientes; porque ¿de qué otro modo puede saber si la cura se debe a su remedio y no a la naturaleza?

A veces, es difícil de comprobar si un tratamiento no es más que un placebo, como en el caso de la acupuntura. Se supone que las agujas deben ser insertadas en unos puntos llamados “meridianos” o líneas de energía que discurren a lo largo del cuerpo. Entonces, para probarlo, debería hacerse un experimento de doble ciego: el acupuntor debería poner en algunos pacientes las agujas en su posición correcta y en otro grupo de control en sitios diferentes a dichos “meridianos”. Pero claro, el acupuntor sabe cuándo lo está haciendo bien y cuándo no, lo que puede distorsionar los experimentos, con lo que no es realmente un experimento de doble ciego en el que ni paciente ni acupuntor deberían saber si realmente se está haciendo correctamente o no, sino uno a ciegas, en que sólo el paciente no sabe qué le están haciendo, pero el médico sí.

Hay que decir que en los pocos experimentos que se han hecho se ha observado un alivio mejor que el azar en dolencias postoperatorias, dolor de muelas y de cuello; pero no se ha detectado mejora alguna en otros casos clínicos como la recuperación de un derrame cerebral u osteoartritis. La explicación más obvia es que el efecto placebo sólo sirve en determinadas dolencias, pero no todas.

Y el placebo puede ser tan fuerte que llega a extremos increíbles. La artroscopia es una intervención que requiere el raspado y lavado de la articulación de las rodillas que se practica a pacientes on artritis. Pues bien, J. Bruce Moseley, cirujano del Baylor College of Medicine de Houston contó con 10 voluntarios, todos militares. Practicó la operación estándar a dos de ellos, a tres sólo les hizo el lavado y no el raspado y a los cinco restantes sólo les hizo una incisión, sin lavado ni raspado. Nadie, ni siquiera el propio Moseley, sabía a cuál de los pacientes le iba a hacer una cosa u otra. Moseley no informó a ninguno de ellos qué les había hecho… o qué no. Seis meses después seguían sin saberlo. Todos afirmaron que el dolor había remitido y que se sentían satisfechos de haberse operado.

Pero el punto básico es que el ensayo clínico no es parcial ni está orientado a escuela alguna de pensamiento. Se basa en ideas muy sencillas y tal y como en el contexto médico hay quienes las discuten, en otros contextos casi nadie lo hace. Cuando Ronald Fisher, uno de los artífices de la estadística moderna, ofreció una taza de té a una mujer que se sentaba a su lado, ella se negó aduciendo que prefería echar la leche antes que el té. A Fisher, el comentario le pareció bastante tonto porque no entendía dónde estaba la diferencia. Y la mujer le propuso un experimento. De inmediato, organizaron un ensayo y, para gran sorpresa de Fisher, la mujer fue capaz de identificar suficientes tazas en las que habían echado el té antes que la leche para demostrar que había una diferencia. Este ejemplo es de sentido común y se ve claramente que se puede aplicar al té con leche o a la medicina. Y dicho ensayo no se adscribe a ningún paradigma.

Lo irónico del caso es que los (mal llamados) profesionales de las terapias alternativas rechazan los ensayos clínicos. En su libro L’escàndol de la medicina alternativa, John Diamond (sólo disponible en catalán) explicaba que era como contar sillas. ¡Ahí las tiene!¡Mil sillas! Cuando empezamos a contarlas nos detienen y nos dicen: ¡Le doy mi palabra: ese es el aspecto que tienen mil sillas! Y cuando insistimos en explicar que contarlas es el método más lógico y objetivo para saber cuántas sillas hay, el vendedor se ofende. Pues lo mismo sucede con los ensayos clínicos y los profesionales de las terapias alternativas.

Curiosamente, cuando unos terapeutas alternativos quieren acusar a otros precisamente de terapeutas alternativos lo hacen, a veces, utilizando el término “placebo”. Howard Brody, catedrático de la Universidad de Michigan, explicaba que dos acupuntores coreanos se encontraron en una conferencia. Se llevaban bastante bien hasta que cayeron en la cuenta de que ambos practicaban dos estilos de acupuntura ligeramente distintos. Inmediatamente, uno acusó al otro de hacer una terapia de “placebo”.

Los chamanes y los hechiceros guardan sus secretos celosamente porque saben que sus trucos no funcionarían si las personas que acuden a ellos supieran que, en realidad, no son más que trucos. Hoy, la ética de los médicos occidentales es muy distinta: valora la honradez y respeta el derecho del paciente a saber cuáles son sus opciones de tratamiento y cómo funciona. El principio del consentimiento informado gobierna, o debería gobernar, la práctica y la investigación médica.

Dicho principio, el del consentimiento informado, fue consagrado después de la Segunda Guerra Mundial. El procesamiento de 23 médicos alemanes en los Juicios de Núremberg reunió a testigos de los campos y hospitales nazis y recordaron con detalle las experiencias a que habían sido sometidos: temperaturas gélidas, llevados a grandes altitudes, infectados por tifus y malaria, inyectados con drogas y venenos; y todo, por supuesto, contra su voluntad.

Y si sabemos todo esto, ¿por qué muchos siguen rechazando la objetividad del ensayo clínico en favor de las terapias alternativas? El autor da una posible razón:

Los casos particulares de los pacientes y sus victorias sobre la enfermedad llaman mucho más nuestra atención que la estadística. Esa es la razón por lo que los libros de autoayuda y tratados de filosofías de la Nueva Era resulten tan convincentes. Los libros científicos serios tienen estadísticas, pero a la mayoría nos dejan fríos y no acaban de convencernos. La inmediatez personal del relato de una vida suele causar mayor impresión que la seca objetividad de una masa de cifras.

Requiere verdadera fuerza de voluntad prestar más atención a los datos estadísticos, pero es precisamente lo que debemos hacer si lo que queremos es tomar nuestras decisiones basándonos en la razón y no en rumores o testimonios de terceras personas. Es posible que las estadísticas carezcan de romanticismo, pero son un remedio vital de la instintiva tendencia humana a dejarnos convencer por los casos aislados y los relatos personales.

Por supuesto, es preciso interpretarlas con cautela, lo cual requiere habilidad, inteligencia y una atención paciente a los detalles matemáticos. Además, ni siquiera el ensayo clínico más sofisticado garantiza la verdad. De la propia naturaleza de la investigación estadística se deduce que de algunos ensayos clínicos se derivan conclusiones falsas. El médico y escritor James Le Fanu observó que ha quedado demostrado que la investigación estadística conduce a “una aplicación de tratamientos ineficaces en un 32% de los casos”. La ironía de este comentario es evidente: sólo conoceremos los errores de la investigación estadística con investigación estadística.

Se puede proponer una afirmación más seria, sin embargo, y es la de que las “pruebas anecdóticas” son todavía menos fiables que las estadísticas. La estadística no es infalible, pero en materia de investigación médica, no contamos con una herramienta mejor.

Los placebos tienen un efecto poderoso, pero nunca pueden con una enfermedad. O sea, pueden lograr que nos sintamos mejor, pero no pueden lograr que estemos mejor. Y también dependen en gran medida de la fe que tengamos en que nos estén administrando un tratamiento eficaz. De hecho, si los pacientes se percatan de que están tomando un placebo, el poder del mismo se pierde. Muchas veces, los pacientes se dan cuenta porque no tienen los efectos secundarios que provoca el medicamento de verdad.

Un antropólogo occidental capaz de reconocer los símbolos de una ceremonia de sanación de una tribu africana no experimentará ninguna respuesta placebo si el chamán de la aldea intenta curarle una dolencia. Siempre y cuando que el antropólogo no crea que la medicina tribal funciona. Es por ello que las creencias están íntimamente relacionadas con el efecto placebo. Resumiendo: los placebos no ayudan si no creemos que ayudan. Y cuando juega el factor creencia ya se sabe que las personas están muy lejos de la objetividad y de la razón.

El libro está bastante bien. No es de los que calificaría como excepcionales pero el estudio que hace sobre el tema es muy amplio, informativo, curioso y ameno.

Título: “Placebo”
Autor: Dylan Evans



Hay 23 comentarios a '[Libro] Placebo'

Subscribe to comments with RSS or TrackBack to '[Libro] Placebo'.

  1. #1.- Enviado por: Malonez

    El día 7 de marzo de 2011 a las 00:22

    No sé a los demás, pero leyendo acerca de los placebos me inunda una egoísta tristeza: probablemente será más fácil detectar cuando me estén administrando uno y al conocer el mecanismo conmigo no funcionarán . De esa forma me pierdo parte de una posible cura de futuras enfermedades.

  2. #2.- Enviado por: omalaled

    El día 7 de marzo de 2011 a las 09:16

    Malonez: no, si al final, tendremos que acabar haciendo meditación trascendental para que nos dé el efecto placebo :-)
    No obstante, tranquilo: las enfermedades que curan los placebos no son precisamente las más graves. Como dice el autor, el placebo hace que nos sintamos mejor, no que estemos mejor.
    Un excelente placebo que serviría para todo el mundo es el deporte :-)

    Salud!

  3. #3.- Enviado por: Heimdall

    El día 7 de marzo de 2011 a las 10:22

    Interesantísimo post. Me apunto el libro.

  4. #4.- Enviado por: Malonez

    El día 8 de marzo de 2011 a las 09:25

    “Un excelente placebo que serviría para todo el mundo es el deporte”

    Es cierto, cuando gana el Madrid mi padre se encuentra mejor los lunes ;)

  5. #5.- Enviado por: omalaled

    El día 8 de marzo de 2011 a las 09:28

    ¡¡Esa ha sido muy buena!! Me he reído un buen rato :-)

  6. #6.- Enviado por: Kojio

    El día 8 de marzo de 2011 a las 19:13

    Malonez, no te preocupes por saber o no si lo que tomas es un placebo, también puede funcionar aunque seas consciente de que es un placebo :)

    Muy interesante el libro y el Blog por cierto omalaled!

  7. #7.- Enviado por: Jorge

    El día 9 de marzo de 2011 a las 00:58

    Kojio: “también puede funcionar aunque seas consciente de que es un placebo”
    Por definición, si uno es consciente de que algo es un placebo, deja de ser un placebo. Además de que Omalaled lo dijo bastante bien en el artículo: “los placebos no ayudan si no creemos que ayudan”

    PD: A lo mejor, en mi torpeza, no percibí que lo habías escrito en broma. Pero no estoy seguro.

  8. #8.- Enviado por: Alfonso

    El día 9 de marzo de 2011 a las 01:09

    Jorge: no se si kojio se estaba refiriendo a esto, pero en Ciencia Kanija yo había leído la noticia que supuestamente unos investigadores habían descubierto que incluso diciéndoles a los pacientes que era un placebo su estado mejoraba. Sin embargo, creo que es un resultado bastante polémico (por lo menos en la sección de comentarios de la página todo el mundo lo andaba criticando :P)

  9. #9.- Enviado por: Kojio

    El día 9 de marzo de 2011 a las 12:58

    Efectivamente Alfonso, además comparto tu opinión en cuanto al aire de polémica que rodea al asunto, pero bajo mi punto de vista creo que hay posibilidades de que así sea.

    Me explico, quizás algunas personas tienen tanta “fe” en un placebo que esa misma creencia les sirve de placebo (a fin de cuentas un placebo puede ser cualquier cosa, no solo una pastilla de azúcar), es decir, una autosugestión que puede ser consciente o no;
    Una pastilla de la que no conoces su composición y tiene nombre de medicamento y te dicen que hace “algo” no es diferente de que alguien te diga que el placebo funciona, si crees que las dos cosas te van a funcionar te digan lo que te digan, el proceso está en marcha y no tiene por qué no funcionar.

    Incluso pensando que el placebo no va a funcionarte puedes tener una tendencia a aceptar subconscientemente todo lo que sea posiblemente beneficioso para tu salud, una actitud que puede venir, por ejemplo, de cuestionar previamente medicamentos reales que han hecho su trabajo inevitablemente aunque pensáramos que no funcionaría (cuando nos habían dicho que sí), o simplemente la actitud de escepticismo deja una pequeña puerta abierta a la duda de sí realmente nuestro cerebro es capaz de hacer esas cosas, es decir, el hecho de saber que nuestro cerebro puede hacer ciertas cosas puede servir de placebo.

    Por supuesto todo esto es una opinión personal basada en mi conocimiento y experiencias y mis palabras no tienen ninguna base científica (más allá de la ciencia que conozco), ni he hecho pruebas nadie, pero sabiendo lo que sé sobre el cerebro no me parece una idea nada descabellada.

    Saludos!

  10. #10.- Enviado por: Jorge

    El día 11 de marzo de 2011 a las 10:20

    Kojio: Ahora entiendo mejor tu postura. Y la comparto en cierto sentido, pero creo que hay una ligera trampa escondida. Una trampa semántica, pero igualmente peligrosa.

    En síntesis, sin duda si se le explica a la gente que está tomando un placebo, el porcentaje a la que le surta efecto caerá bastante. Todos estamos de acuerdo hasta aquí. Claro que, tal vez (en el mejor de los casos) ese porcentaje siga siendo ligeramente superior al esperable por azar. Y esa diferencia tal vez podamos atribuirla a la clase de personas que mencionaste (aquellas que siguen teniendo algo de fe en el placebo). Puede deberse a eso o no. Pero aún suponiendo que es así, es un error sacar como conclusión que “esas personas, aún sabiendo que toman un placebo, les surte efecto”. Esa afirmación no es estrictamente correcta. Porque estas personas, en realidad, no saben que están tomando un placebo. Sí, sí… se lo han dicho y explicado. Pero en definitiva, si tienen esperanza en el placebo, aunque sea sólo un poquito, quiere decir que no comprenden el concepto de placebo. No tienen la base científica y cultural para comprender qué es lo que implica que “algo sea un placebo”, y resignarse a aceptarlo fríamente.Y por lo tanto… no puede decirse que “sepan” que están tomando un placebo. Y he ahí, en mi opinión, el ligero error.

    Espero no haberme enredado demasiado. ¡Muchos saludos!

  11. #11.- Enviado por: Kojio

    El día 11 de marzo de 2011 a las 16:21

    Entiendo Jorge, estamos de acuerdo en que esas personas que describes no “saben” que están tomando un placebo por el hecho de que no comprenden lo que es, pero te planteo lo siguiente:
    Uno puede “saber” lo que es un átomo por lo que le han explicado, puede estudiarlo y puede experimentar con él, comprobar que funciona lo que le han dicho y llegar a tener una concepción común con los que lo estudian, etc., pero ¿realmente lo comprende? ¿tiene un concepto visual o tangible del mismo que sea acorde con la realidad? ¿lo tienen los que se lo han enseñado? dicho de otro modo, ¿es la “no-comprensión” del funcionamiento del placebo requisito para que funcione? ¿es imposible que la interpretación subjetiva incluya y excluya simultáneamente la verdad de que lo que se está “tomando” es un placebo? es decir, ¿no puede uno “olvidar” que lo que recibe es un placebo para que le funcione, como cuando “olvidamos” algo desagradable para sentirnos mejor?

    Esto me recuerda a una viñeta de Zipi y Zape en la que los hermanos caminaban por las paredes hasta que les explican lo que es la gravedad y caen al suelo. En la realidad las cosas no ocurren así, ni tampoco al contrario. Lo que intento explicar es que el hecho de “saber” o “no saber” no tiene por qué influir en lo que funciona o deja de funcionar, yo sé que una película es ficción, pero no impide que me emocione viéndola y sienta cosas agradables y desagradables. Yo sé lo que es el efecto placebo, pero eso no impide que funcione conmigo , de hecho, estoy seguro de que muchos de nosotros nos “automedicamos” con “placebos mentales”, como la autosugestión, el autoconvencimiento, el “olvido consciente”, etc., en resumen, yo diría que un placebo es un estímulo cerebral que desencadena una reacción concreta proporcionando una sensación de bienestar y mejoría sin que ese estímulo sea un desencadenante directo de tal reacción.

    Quizás, por definición, el ser consciente de ello hace que tenga que dejar de llamarse “placebo” para llamarse de otra forma, entonces el hecho de “saber” o “no saber” no influiría en lo que funciona o no, sino en el nombre que se le pone, pero para mí eso es ver dos caras de la misma moneda. (El que sabe que imagina no tiene por qué dejar sentir sus imaginaciones, el que no lo sabe, no puede elegir no sentirlas)

    También hablé en mi comentario anterior de la experiencia medica previa del paciente para su condicionamiento ante el placebo, razón por la cual también se usa en animales, ¿tienen ellos una “creencia” sobre lo que les dan? es decir, ¿saben lo que es un medicamento? ¿son capaces de confundir el azúcar de un caramelo con un medicamento real? ¿son tan inútiles como para no asociar un sabor con una reacción? (mi perro no come pastillas que no le gustan aunque le sientan bien, a no ser que la meta en una salchicha, en cambio otras pastillas las come sin rechistar, y si le enseño un poco de azúcar en cualquier forma o color se me vuelve loco).

    De todas formas no es mi intención crear una discusión de esto, ya que estamos de acuerdo en que los placebos funcionan y que no es necesario “no saber” para que lo hagan, quizás habría que definir mejor lo que significan “saber” y “comprender”, porque sinceramente dudo mucho de que realmente podamos “comprender”, a día de hoy, el cerebro (o un átomo) más allá de un simple esbozo colectivo en base a la información de la que disponemos.

    Suavizando un poco el asunto dejo caer la siguiente pregunta retórica:
    ¿Dejaremos de vivir cuando comprendamos lo que es la vida? ;)

  12. #12.- Enviado por: omalaled

    El día 11 de marzo de 2011 a las 17:17

    El propio libro dice que el psicoanálisis es también un placebo. Yo siempre he pensado lo que comentaba antes y quizás sea el mejor ejemplo, por lo menos, a nivel personal: que el deporte es un placebo.

    Hace años iba con un grupo ciclista. Siempre que he tenido dolor de cabeza, malestar o después de haber pasado una mala noche, lo comentaba a mis compañeros y la respuesta era siempre la misma: cuatro pedaladas y se pasan todas las tonterías de golpe :-)

    Y la verdad es que cuando hago deporte siempre me he sentido mejor. Sé que no todo lo cura, pero en proporción me ha curado muchos más dolores de cabeza… y eso que sé que es un placebo :-)

    Salud!

  13. #13.- Enviado por: Kojio

    El día 11 de marzo de 2011 a las 19:19

    omalaed, el deporte puede actuar de placebo, pero también hay que tener en cuenta que hacer ejercicio mejora la circulación de la sangre, algo que es un buen remedio contra el dolor de cabeza, aunque en este caso se sumarían los dos efectos y obtendrías el doble de bienestar. :)

    pd. vi un experimento en un documental en el que incluso el diseño (nombre y envoltorio) de un medicamento comercial puede sumar un efecto placebo a dicho medicamento en quienes confian más en ellos que en los genéricos, pero, aunque con buena intencion (el documental trata de poner a prueba terápias médicas dudosas), no parecía lo suficientemente serio ni controlado.

  14. #14.- Enviado por: Jorge

    El día 12 de marzo de 2011 a las 01:19

    Kojio: Estoy completamente de acuerdo en todo. Al comienzo, mi objeción se debió a que no había interpretado del todo bien tu postura. Pero ahora que te comprendo, veo que pensamos lo mismo.
    Efectivamente, en este sentido más amplio de la palabra “placebo”, sí, yo también consumo placebos y me funcionan.
    ¡Muchos saludos!

  15. #15.- Enviado por: Jorge

    El día 12 de marzo de 2011 a las 01:31

    Omalaled: Desde hace un tiempo hecho de menos el estilo de las antiguas entradas de Historias de la Ciencia; aquellas en las que se relataban detalles poco conocidos de la vida y personalidad de científicos clásicos (y no tan clásicos)…
    Es como que en los últimos artículos te enfocas más en explicar cómo funciona tal cosa o tal otra, pero desplazando a los científicos (como personajes individuales con sus idas y vueltas) del protagonismo. Ojo, no es que esté mal; soy un lector fiel y me sigue encantando este blog, no estoy criticando nada. Pero… ¿podrías “regalarnos” de vez en cuando algo al viejo estilo?
    (A cambio, lo único que puedo ofrecer son comentarios halagadores… pero bueno, algo es algo, jeje).
    ¡Un gran abrazo!

  16. #16.- Enviado por: omalaled

    El día 12 de marzo de 2011 a las 10:21

    Hmmmmm, ¿te refieres a cuando trato un personaje? :-)

    Sucede que esos artículos son más elaborados, ya que la información se ha de sacar de muchos sitios.

    Por supuesto que sí :-)

    Para irte haciendo boca, te adelanto que tengo uno sobre un libro de Jane Goodall y estoy preparando uno sobre Claude Shannon.

    Salud!

  17. #17.- Enviado por: Jorge

    El día 12 de marzo de 2011 a las 15:35

    Claude Shannon!!! Shannon ya mismo por favor!!! (Soy estudiante de Informática e Ingeniería Electrónica jejeje).

    PD: Sí, se nota a primera vista que ese tipo de artículos son mucho más elaborados. Admiro muchísimo el trabajo de investigación y recopilación que debe haber detrás.

  18. #18.- Enviado por: Malonez

    El día 13 de marzo de 2011 a las 10:38

    Muy interesantes los comentarios acerca del placebo mental. Pienso que hay algo de ello en todos los rituales diarios que uno hace, sabiendo que son tonterías. En el fondo hay una semiconsciente esperanza de que ese ritual de ayude en lo que hay que hacer. Como Nadal cuando escupe o se apreta el pantalón antes de sacar, aunque es pura especulación y habría que estudiarlo, estoy seguro de que realmente ayuda.

    De hecho esos rituales que nos autosugestionan quizás son adoptados por todas las religiones y pseudociencias. Quizás una especie de macroplacebo que puede hace sentir mejor a alguien cuando va a la iglesia.

    Me uno a la petición de Shannon!! :)

  19. #19.- Enviado por: omalaled

    El día 14 de marzo de 2011 a las 13:36

    Malonez: Sí, aciertas. La caja de Skinner (búscala en San Google) tiene mucho que ver con todo esto.

    Y ya que sois 2… pues Shannon para el próximo. Os adelanto que anécdotas personales he encontrado pocas, pero tiene un inventillo que horrorizó al mismísmo Arthur C. Clarke… ¡digno de un informático! :-)

    Dadme un par de días…

    Salud!

  20. #20.- Enviado por: Colaiso

    El día 15 de noviembre de 2011 a las 12:14

    Yo soy un convencido de que la mente enferma y la mente cura… Creo que mas del 90% de las enfermedades las genera nuestra mente, y también mas del 90% de las soluciones…

  21. #21.- Enviado por: omalaled

    El día 15 de noviembre de 2011 a las 12:39

    Colaiso: Piensa en las consecuencias de lo que dices. ¿Cómo se propagan las enfermedades? ¿Estaban equivocados personajes como Robert Koch o Louis Pasteur? Lo que veían al microscopio, separaban, cultivaban en placas de petri e inyectaban a otros para que enfermaran y murieran, ¿eran también enfermedades mentales?

    Tendrías que decir qué enfermedad es mental, como el sarampión, la fiebre amarilla, etc. Y entonces podríamos ver si realmente son por la mente enferma.

    Salud!

  22. #22.- Enviado por: jose

    El día 13 de diciembre de 2011 a las 18:44

    Este post me hizo recordar este articulo (ALCOHOL AS PLACEBO) http://www.overcomingbias.com/2011/11/28328.html, por cierto dicho sitio esta dedicado exclusivamente a hablar sobre todas aquellas inclinaciones en los humano que nos impiden acercarnos a la realidad, termino generico en ingles is BIAS, por eso el sitio se llama overcomingbias.

  23. #23.- Enviado por: Tay

    El día 22 de diciembre de 2011 a las 20:29

    Me lo acabo de comprar, y haciendo algo que no creo que sea muy recomendable… buscar información una vez comprado el libro, me topo con esta entrada que no recordaba, pero que había leído. Supongo que habrá sido mi memoria subconsciente la que me lo ha recomendado :P

Post a comment


+ uno = 8

Esta web utiliza cookies, ¿estás de acuerdo? plugin cookies ACEPTAR