El Arco Iris de Feynman

Publicado el 8 de abril de 2005 en Libros por omalaled
Tiempo aproximado de lectura: 59 segundos
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Este libro es una maravilla. Tiene una fuerte carga filosófica.
 
Pero no estoy hablando de filosofía barata o divagaciones, sino del cambio en la forma de pensar de un joven científico (su autor), al que le dieron un despacho en un pasillo del Caltech donde había dos despachos más. Esos dos despachos estaban ocupados por dos monstruos de la física. Ellos eran Murray Gell-Man y Richard Feynman. Ambos premios Nobel de física. Ambos genios. Ambos ya habían hecho todos los descubrimientos por los que son conocidos. Y este jovencito, con su doctorado recién finalizado quiere abordarlos sea como sea.
 
Pensad que Feynman y Gell-Man ya eran mayores. Feynman ya había estado, incluso, en la comisión por el accidente del Challenger. Ahora decidme, ¿qué haríais vosotros para abordar a dos genios como estos y no quedar en un ridículo total nada más empezar?.
 
Pues bien, él tuvo la oportunidad y la suerte de probarlo y sus pensamientos de esta historia están reflejados en este libro. Se ve un cambio en la forma de pensar a medida que avanza el libro catalizada, sobre todo, por las conversaciones con Feynman. De Gell-Man se empieza teniendo una impresión mala, pero a medida que pasa el libro, también se cambia de opinión.
 
Además, historia real, no es largo y engancha.  Eso es, para mí, un buen libro. Espero que lo disfrutéis.
 



Un comentario a 'El Arco Iris de Feynman'

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  1. #1.- Enviado por: georgina

    El día 4 de marzo de 2007 a las 19:51

    Un clérigo y fisiólogo inglés, Stephen Hales (1677-1761), lo hizo con una yegua: con un tubo de vidrio y observó cómo la columna de sangre ascendía con cada latido del corazón. Los médicos europeos empezaron a utilizar esta técnica con los pacientes. Cuando necesitaban medir la presión de la sangre de un paciente le pinchaban una arteria y le ponían un capilar. La sangre subía hasta detenerse y ya se conocía la presión sin derramar apenas sangre. No quiero ni imaginar lo doloroso que debía ser que te tomaran la presión. ¡Menos mal que la técnica avanza!.

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