Metchnikoff

Publicado el 27 de enero de 2010 en Historias de la ciencia por omalaled
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Elie Metchnikoff fue un microbiólogo ucraniano que hizo casi toda su vida científica en el Instituto Pasteur. Llegó a ser subdirector de dicho instituto en 1895. Nacido en Ivankova, cerca de Járkov, en 1848, sintió desde muy joven atracción por la historia natural. Estando en la Universidad de Járkov pidió el microscopio a uno de sus profesores, que por aquel entonces era una aparato poco común. Después de hacer algunas observaciones se dedicó a escribir prolijos trabajos científicos. Todo ello mucho antes de tener idea de lo que era la ciencia. Dicho así puede parecer un científico perfectamente normal, serio, conciencudo y todas esas cosas. Pues no. Es posible que tuviera mucha parte de ello, pero tuvo también muchas historias dignas de conocerse.

En lugar de asistir a sus clases de Universidad, faltaba durante meses enteros. Pero no para divertirse y leer novelas, sino para enfrascarse en la lectura de libros sobre “Los Cristales de los Cuerpos Proteicos”. También se apasionó con folletos revolucionarios que, de haber sido descubiertos por la policía, le habrían valido la deportación a Siberia. Pasó en vela noches enteras, bebiendo enormes cantidades de té mientras predicaba el ateísmo a sus camaradas (los antepasados de los actuales bolcheviques), quienes le pusieron el apodo de “Dios no existe”. Un poco antes del final de curso, se aprendía precipitadamente las lecciones descuidadas durante los meses anteriores, y gracias a su prodigiosa memoria, que más que cerebro humano parecía una fantástica grabadora, podía escribir a su familia diciendo que había obtenido  el primer lugar y ganado una medalla de oro.

Se trasladó a Alemania, a la Universidad de Wurzburg. Tenía tantas ganas de llegar, que lo hizo seis semanas antes de la apertura del curso. Buscó la compañía de algunos estudiantes rusos, pero éstos lo recibieron fríamente por ser judío. Metchnikoff era una persona de carácter depresivo y, cansado de la vida, retornó a su casa pensando en el suicidio. Sin embargo, llevaba algunos libros en la maleta, uno de los cuales era de reciente publicación titulado “El Origen de las especies”, de Darwin. Leyó el libro, o mejor dicho, lo devoró, atiborrándose de la teoría de la evolución orgánica, convirtiéndose de inmediato en su fanático defensor.

Se casó con una mujer tuberculosa que tuvo que ser llevada al altar en silla de ruedas. Cuatro años después, dicha mujer moría con el dolor aliviado por la morfina. Metchnikoff volvió a pensar en el suicidio. Primero lo intentó con una sobredosis de morfina, pero llegó a meterse tanta que vomitó. Luego lo volvió a intentarlo tomando un baño caliente y lanzándose al aire frío de la calle para coger una buena pulmonía. Entonces vio una nube de insectos revoloteando alrededor de un farol. Esa nube de insectos cambió su vida. Su segunda mujer, Olga Belokopitova, cuyo tutor era el mismo Metchnikoff y que tenía 16 años cuando nuestro hombre se casó con ella, nos explicaba:

Mientras regresaba por el puente del Ródano, vio repentinamente una nube de insectos alados que volaba alrededor de la llama de una linterna. Eran Phryganidae, pero a distancia los tomó por Ephemeridae, y la visión de ellos le sugirió la siguiente reflexión: “¿Cómo puede aplicarse a estos insectos la teoría de la selección natural? Ellos no se alimentan y sólo viven unas pocas horas; por lo tanto, no están sometidos a la lucha por la existencia, no tienen tiempo de adaptarse a las condiciones ambientales”. Sus pensamientos derivaron hacia la ciencia; estaba salvado; el lazo con la vida se había restablecido.

La respuesta se la encontró durante una estancia en Italia, cuando descubrió el fenómeno de la fagocitosis. Observó células tipo ameba avanzando en tropel hacia un cuerpo extraño (una espina) clavado en una larva de estrella de mar traslúcida. Aquí es donde se dio cuenta que se libraban batallas y también existía lucha por la supervivencia. No os puedo mostrar lo que vio él, pero sí algo muy similar:

Lo que acabáis de ver es una fagocitosis, que nuestro hombre observó por primera vez (enlace directo: http://www.youtube.com/watch?v=I_xh-bkiv_c).

Pero quizás, por lo que Metchnikoff es más conocido, es por su descubrimiento junto a Roux de un remedio contra la sífilis. La idea de estudiarla llegó de una forma rocambolesca. Resulta que nuestro hombre temía la sola idea de la muerte. Tanto es así que abandonó momentáneamente la fagocitosis y se dedicó a conjeturar explicaciones que trataban sobre el destino del hombre, o sea, envejecer, y la muerte. A esta nueva ciencia la llamó gerontología, y a la ciencia que estudiaba la muerte en sí tanatología.

En años posteriores quedó cautivado por la idea de que nuestros fagocitos se amotinan cuando envejecemos y que todos los síntomas de la senescencia son resultado de su acción destructiva. Creía que esto era provocado por productos residuales formados en el estómago; éstos, afirmaba, podrían ser eliminados fomentando la proliferación de bacterias benignas. Todo lo que teníamos que hacer era ingerir cantidades masivas de “kefir” o yogur, lo que garantizaría una población floreciente de Lactobacillus bulgaricus en el estómago. Es de suponer que Metchnikoff siguió su propia receta para evitar los estragos de la edad pero, a pesar de todo, murió a los setenta y un años.

Pues bien, mientras tenía esta obsesión por el envejecimiento y la muerte, un científico escandinavo acababa de hacer un estudio profundo estudio sobre el endurecimiento de las arterias. Según este último, la causa de dicho endurecimiento eran las bebidas alcohólicas, la sífils y algunas otras enfermedades. Como acababan de recibir un premio, tanto Roux como Metchnikoff decidieron a invertir el dinero percibido por el mismo al estudio de la plaga venérea. La idea era contagiar a monos y estudiar la enfermedad.

El laboratorio empezó a ser frecuentado por hombres desgraciados, recientemente contaminados de sífilis y con uno de estos inocularon a un mono. El primer experimento  fue un éxito, pues el chimpancé adquirió la enfermedad. Durante más de cuatro años, siguieron trabajando, transmitiendo la enfermedad de un mono a otro, buscando algún microbio sin lograr encontrarlo. Buscaba hacer lo mismo que Pasteur había hecho con la rabia: quería descubrir una vacuna preventiva.

Siempre meticuloso e insistiendo en experimentos bien comprobados realizó uno de los ensayos más profundamente prácticos de toda la microbiología: inventó el ungüento gris a base de calomelanos. Inoculó la sífilis a dos monos con la enfermedad recién extraída de un hombre. Una hora más tarde frotó con ungüento gris las escarificaciones hechas a uno de los monos mientras que no trató al otro. Pues bien, el que recibió el tratamiento no presentó la enfermedad y el no tratado sí la presentó.

Después de esto, Metchnikoff convenció a un joven estudiante de Medicina para que se prestase voluntariamente a ser inoculado de sífilis procedente de un enfermo. Vale la pena recordar cómo se llamaba: Maisonneuve. Ante la Comisión de los médicos franceses más ilustres, se presentó Maisonneuve para recibir seis largas incisiones, en las que Metchnikoff depositó la peligrosa enfermedad. Hizo lo mismo con dos monos. Tenéis que pensar que era la inoculación más grave que cualquier persona pudiera recibir. Como describe Jared Diamond: “En esa época, las pústulas de la sífilis frecuentemente cubrían el cuerpo desde la cabeza a las rodillas, haciendo que se desprendiera la carne de la cara de las personas, y matando en pocos meses”. Vamos que si cogía la enfermedad y no podía curarle estaba listo. Simplemente, se arriegaba a morir. Una hora más tarde, un Metchnikoff plenamente confiado le frotó las heridas con un ungüento gris. El resultado fue soberbio: Maisonneuve no presentó el menor signo de la enfermedad, mientras que, treinta días más tarde, la enfermedad hizo su aparición en los simios: no cabía duda acerca de la excelencia del remedio.

Los moralistas, entre los que se contaban precisamente muchos médicos, iniciaron una protesta contra estos experimentos de Metchnikoff, diciendo:

— Si se encuentra un medio de prevención tan fácil y perfecto, la inmoralidad se hallará sin castigo.

A lo que Metchnikoff se limitó a replicar:

— Se me ha hecho la objeción de que es inmoral el intento de impedir la propagación de esta enfermedad. Ahora bien, como todos los medios de profilaxis moral no han podido evitar el enorme incremento de la sífilis y la contaminación de los inocentes, lo inmoral precisamente es restringir el empleo de cualquier medio de que dispongamos para combatir esta plaga.

Es curioso que hubiera personas que pretendieran castigar la inmoralidad con una enfermedad. Son cosas del pasado… ¿o no?

Fuentes:
“Cazadores de microbios” , Paul de Kruif
“Eurekas y Euforias”, Walter Gratzer
http://www.historiadelamedicina.org/metchnikoff.html
http://gomollon.com/electrones/?p=116
http://bichosrocas.blogspot.com/2009/01/el-trabajo-de-un-neutrfilo.html
http://es.wikipedia.org/wiki/Ili%C3%A1_M%C3%A9chnikov



Hay 12 comentarios a 'Metchnikoff'

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  1. #1.- Enviado por: Níniel

    El día 27 de enero de 2010 a las 19:31

    Curioso post, me ha gustado mucho :)

    Y no, me temo que las tonterías sobre la moralidad y las enfermedades no son cosa del pasado…

  2. #2.- Enviado por: Opin

    El día 27 de enero de 2010 a las 21:56

    Interesante Biopost.
    Las medicinas a base de Mercurio como los calomelanos estaban muy de moda en esa época, pero me gustaría saber como convenció al estudiante para que se deje inocular.
    Muy interesantes los post.
    Gracias por compartirlos

  3. #3.- Enviado por: Ahskar

    El día 27 de enero de 2010 a las 23:02

    Me ha gustado enormemente la última frase. Es perfectamente aplicable a los tiempos actuales.

    Ahora bien, hay una cosa que no entiendo. ¿Qué tienen que ver los insectos con la fagocitosis?

  4. #4.- Enviado por: Felipe

    El día 27 de enero de 2010 a las 23:04

    La sífilis es causada por el Treponema pallidum, una bacteria espiroqueta, no un virus. Por lo demás, otro post muy interesante.

  5. #5.- Enviado por: omalaled

    El día 27 de enero de 2010 a las 23:15

    Muchas gracias por vuestros comentarios.
    Ashkar: lo de los insectos le indujo a pensar en la selección natural. ¿Cómo podía aplicarse la selección natural a esos bichos que apenas duran horas y a los que no da tiempo a luchar por su existencia? Y en la fagocitosis se dio cuenta de que también había batallas de selección natural a pequeña escala, donde no parecía que la hubiera. Releyéndolo veo que tienes razón: no se ve de forma muy clara. Añadiré alguna frase para aclarar un poco más este punto.
    Felipe: muchas gracias. Craso error mío. He de decir en disculpa mía que en el libro de Paul de Kruif habla continuamente de virus. No obstante, suele alegrarme que me enganchéis en un “renuncio” :-) Lo corrijo eliminando la palabra “virus” de todas partes.

    Salud!

  6. #6.- Enviado por: Ramonmo

    El día 28 de enero de 2010 a las 10:05

    Hola.
    No soy experto en ruso, pero me parece posible que las dos ciudades citadas al principio (Kharkoff y Jarkov) sean en la realidad la misma, con el nombre transliterado de distinta forma.
    Por lo demás, estupendo artículo, como siempre.

  7. #7.- Enviado por: estocasticom

    El día 28 de enero de 2010 a las 13:33

    Lo que escribes sobre la sífilis me ha recordado mucho al SIDA y como los prejuicios morales pueden dificultar la investigación y tratamiento de un enfermedad( sobre ello recomiendo la película Al Filo de la Duda(And the Band Played On) sobre el descubrimiento de la enfermedad y las primeras reacciones a ella en).

    También me a recordado al relato “El Virólogo Virtuoso” ( de Greg Egan, publicado en el recopilatorio “Axiomático” y traducido por Pjorge) en el que un virólogo y fanático cristiano al ver como decrece la incidencia de la “Plaga Bíblica” que (según el) debería ser el SIDA, crea un nuevo virus(en realidad un conjunto de ellos) que atraviesa el látex (adiós condones) y mata horriblemente a todo aquel que cometa adulterio( o fornique con alguien casado) o practique sexo con alguien del mismo sexo.

  8. #8.- Enviado por: omalaled

    El día 29 de enero de 2010 a las 23:18

    Ramonmo: lo he buscado en la wikipedia y tienes razón. Pasa que en una fuente lo leí de una manera y en la otra de otra manera. Buena observación.
    estocasticom: no quería sacar el parecido con el tema del SIDA para que no me acusen de partidista. Veo que no se os escapan estos detalles :-)
    Por otro lado, la película “Al filo de la duda” es buenísima. La vi hace tiempo. Maravillosa (hasta la música de Elton John). Lo que sí desconozco por completo es lo del relato “El Virólogo Virtuoso”. Debe ser también cosa del pasado :-)

    Salud!

  9. #9.- Enviado por: Gerard

    El día 1 de febrero de 2010 a las 16:01

    Vaya con Maisonneuve. Realmente los tenía bien puestes para proponerse voluntario a contraer la Sífilis…

  10. #10.- Enviado por: Marfil

    El día 21 de febrero de 2010 a las 03:24

    Muy buen artículo y la reflexión final sobre la “inmoralidad de una enfermedad” es bastante adecuada y lamentablemente “actual”. ;)

  11. #11.- Enviado por: alfred

    El día 4 de septiembre de 2011 a las 03:35

    mm tengo duda sobre la fecha de nacimiento tengo el libro cazadores de microbios y en mi libro dice k nacio en 1848 pero aqui me abla de otra fecha,,,,,,,,,,,
    ?

  12. #12.- Enviado por: omalaled

    El día 4 de septiembre de 2011 a las 08:17

    alfred: precisamente es la fecha que consta en la tercera línea del artículo. No obstante, tanto en la wikipedia como en otro enlace que he puesto consta 1845. Sea como sea, tampoco es un error que haga cambiar el sentido del artículo.

    Salud!

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