Los planetas

Publicado el 17 de febrero de 2008 en Libros por omalaled
Tiempo aproximado de lectura: 10 minutos y 52 segundos
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Este libro está escrito por Dava Sobel. Ya había leído de esta autora La longitud, que también os recomiendo, en el que narra la historia de John Harrison. Cuando vi el que hoy os quiero comentar en la biblioteca, lo cogí y empecé a mirar. La bibliotecaria, que ya conoce mis gustos, me dijo que me gustaría. No iba equivocada. La autora nos da un repaso a los diferentes objetos que componen el Sistema Solar y detalles de su historia, personajes implicados, curiosidades de ellos y un largo etcétera.

Del Sol nos recuerda que transforma 700 millones de toneladas de hidrógeno en helio … ¡cada segundo! y que da una vuelta alrededor de la Vía Láctea cada 230 millones de años, arrastrando a la Tierra y a nosotros mismos con él. También explica que tiene un período de rotación de un mes y que su viento es un fuerte ataque contra la Tierra. De no ser por el campo magnético que tenemos, no podríamos soportar dichos ataques. Que de vez en cuando, hay explosiones gigantescas en su superficie que pueden deshabilitar los satélites, provocar perturbaciones de energía e incluso hacer caer la red de electricidad (¡ojo!, no siempre echéis la culpa a las explosiones solares cuando os quedéis una temporada sin luz: aquí en Barcelona tenemos cierta experiencia). Ese mismo viento solar es también la causa de las auroras polares.

Que el diámetro aparente del Sol es casi como el de la Luna. Eso es porque, aunque el diámetro real de la Luna es 400 veces más pequeño que el del Sol, también es cierto que el Sol se encuentra unas 400 veces más lejos que nuestro satélite natural.

De Mercurio explica, entre otras cosas, las dificultades para su observación desde la Tierra y es que este planeta se oculta en el resplandor del Astro Rey. Además, cuando está en la posición ideal para ser observado, su brillo es muy débil. Copérnico, atrapado en el clima del Norte de Polonia se quejaba en su De Revolutionibus de que los antiguos hombres que vivían a orillas del Nilo tenían un cielo más claro.

El primero hombre que logró observar Mercurio con suficiente precisión como para poder trazar la ruta de su órbita fue Tycho Brahe, quien había nacido tan solo tres años después de la muerte de Copérnico. Los datos quedaron para que Johannes Kepler calculara las órbitas de todos los planetas (recordad la historia de Kepler y Brahe). Y las calculó. Predijo que Mercurio tenía que pasar por delante del Sol y que si se miraba a través del telescopio y se ponía un papel en vez de el ojo, se podría ver círculo del Sol y una pequeña sombra que lo recorrería durante unas horas. Esto tenía que suceder en 1613. Fue el astrónomo parisino Pierre Gassendi quien escribió lo afortunado que se sentía por ser el primer hombre en la Historia que había visto a Mercurio “en el trono de Febus [el otro nombre de Apolo], brillante entre lucientes esmeraldas”.

Mercurio llegó a las 9 de la mañana, aunque Kepler lo había previsto para el mediodía. Gassendi, muy cauto él, ya estaba atento el día anterior. Esperaba que fuera del orden de una quinta parte del diámetro aparente del Sol, pero para su sorpresa vio que era menos de una centésima parte. Era tan pequeña aquella sombra que la confundió al principio con una mancha solar.

Tránsito de Mercurio

El libro también cita la búsqueda de un planeta entre Mercurio y el Sol que, de haber sido encontrado, se hubiera llamado Vulcano. Aun cuando habían ido a buscarlo, ya había mucho escepticismo. Habían intentado encontrarlo durante 9 años, gracias a los cálculos de Le Verrier, y no habían podido. El astrónomo Christian Peters dijo: “No pienso molestarme en buscar los pájaros míticos de Le Verrier”. Realmente, el planeta no estaba, pero hubo que esperar a Einstein para que explicara dónde estaba el error en esos cálculos.

La primera nave espacial que se acercó a Mercurio fue la Mariner 10. Aunque hizo dos pasadas, sólo pudo fotografiar un 55% del mismo. Actualmente tenemos a la Messenger corriendo por allí y, a buen seguro, nos dará muchos más datos.

Venus tiene fases, como la Luna. Ya Galileo las había visto. Hasta Napoleón lo localizó un mediodía en que daba un discurso en un balcón de su palacio e interpretó aquella visión como la promesa (más tarde cumplida) de una victoria en Italia.

Las naves rusas Venera que se acercaban a su superficie, o bien se fundían por el calor o bien quedaban chafadas por la presión, equivalente a la que tendríamos en la Tierra a 900 metros bajo el agua.

Aunque se traslada en el mismo sentido alrededor del Sol como el resto de los planetas, Venus rota diferente. Los astrónomos atribuyen esto a algún choque violento que haya tenido durante su historia.

La sonda Magallanes, lanzada por el Atlantis, se acercó en 1990 e hizo fotos como una loca mostrando su geografía. Provocó una crisis de nomenclatura: ¿cómo se podía bautizar a todos aquellos accidentes y formas geográficas? La Unión Astronómica Internacional respondió que, claro, tratándose de Venus, tenían que ser nombres de mujeres y diosas. Así tenemos los cráteres dedicados a mujeres (incluso Maria Mitchell, la astrónoma norteamericana que fotografió el tránsito de Venus en 1882); las sierras, con nombres de mitos y leyendas, como Helena o Genoveva; y los cañones con nombres de diosas y cazadoras.

Tenemos más nombres como Nightingale, Earhart y otros familiares, aunque hay algunos como Quetzalpetatl, una diosa azteca de la fertilidad; Al-Taymuriyya, autora egipcia; Erxleben, académica alemana; Xiao Hong, novelista china; etc (los nombres de este párrafo están tomados del libro “Astronomía”, de Patrick Moore y que también es muy recomendable).

Toda la geografía de Venus tiene nombre femenino … ¿toda? ¡No! Resulta que el año 1960 ya se había localizado la cadena montañosa más alta de Venus y ello fue gracias a un telescopio de radares que había sido posible gracias al fenomenal James Clerk Maxwell. Así que esa cadena montañosa es el único nombre masculino de su geografía y es, precisamente, Maxwell. Amigas mías, no os sintáis mal por ello. Estáis en buena compañía: puede que haya sido el científico más romántico de la Historia de la Ciencia.

Edmond Halley dijo que la distancia entre la Tierra y el Sol podía deducirse observando un tránsito de Venus. Si se cronometraban los puntos de contacto entre el planeta y el Sol desde dos puntos distantes de la Tierra podría triangularse la distancia entre Venus y la Tierra y, entonces, deducir la que había entre la Tierra y el Sol. En 1759, 151 observadores oficiales se pusieron en 77 puntos diferentes del globo terrestre para tomar mediciones. La responsabilidad de las observaciones más importantes cayó sobre la famosa expedición de James Cook.

También habla de la Luna. Explica que las muestras que llegaron de ella estaban totalmente secas. Y no me refiero a secas como el polvo que podamos tener en la Tierra: aquí, hasta el polvo tiene agua. El de la Luna tiene una ausencia total de agua. Ni siquiera una brizna de vapor de agua.

Explica que cuando los astronautas del Apollo pasaron por la cara oculta, no pudieron recibir allí las señales de radio durante 48 minutos. La cara oculta de la Luna es, seguramente, el lugar más sordo a las señales de radio de la Tierra. Los astronautas hablaron de la terrible soledad que experimentaron durante esos 48 minutos.

Y explica una curiosa anécdota personal. Durante los días de gloria del proyecto Apollo, uno de los astrónomos que analizaban rocas lunares se enamoró de una amiga de la autora, llamada Carolyn. El astrónomo arriesgó su trabajo regalándole un poco de polvo lunar. ¿Y qué hizo Carolyn con ese tesoro? … ¡se lo comió!

También nos habla de Marte. El planeta rojo está inclinado respecto al Sol 25 grados, mientras que la Tierra lo está en 23,5. Un día marciano es una media hora más largo que el de la Tierra, aunque el año marciano tiene 687 días. La media de temperatura en este planeta son -55ºC, mientras que en la Tierra tenemos unos cómodos 15ºC.

Hay un momento en que las órbitas de Marte y la Tierra se acercan (relativamente) a 56 millones de kilómetros, motivo por el que los telescopios pueden ver a este planeta tres veces más grande. Uno de estos acercamientos fue en agosto de 1877 y fue precisamente cuando se descubrieron sus dos lunas: Fobos y Deimos. Ese mismo año se encontraron desde Italia los canali. En 1892, cuando Marte volvió a acercarse a la órbita de la Tierra, un entusiasta norteamericano insistió en que había visto centenares y los atribuyó a los esfuerzos de una raza en extinción.

En 1924 se produjo el siguiente acercamiento y hubo una parada de tres días en las emisiones de radio para poder captar las señales de los seres inteligentes del planeta rojo. El ejército de los EEUU ordenó decodificar cualquier transmisión que se interceptase. Algunos telegrafistas británicos y canadienses informaron haber captado diversos “bips” radiofónicos no identificados. Todavía hoy se habla de “marcianos”.

También nos habla de Júpiter, el gigante, que tiene 318 veces la masa de la Tierra y un volumen 1000 veces más grande. Imita al Sol en muchos aspectos, pues está formado casi todo por hidrógeno y helio. Un día en Júpiter tiene tan solo 10 horas y un año joviano dura 12 años terrestres.

Aparte de los 4 satélites que le descubrió Galileo, y que cambiaron la historia, se han descubierto unos 59 más.

Dado que no tiene superficie sólida ni terreno de ningún tipo, una tormenta puede durar siglos y nunca tocará tierra. La gran Mancha Roja no se ha dejado de estudiar desde que Robert Hooke la descubriera en 1879 y se ha ido encogiendo hasta la mitad de lo que era. Aun así, su diámetro es todavía más grande que la Tierra. El campo magnético de Júpiter es 20.000 veces más fuerte que el nuestro y se extiende, incluso, hasta la órbita de Saturno.

Suerte de Júpiter y su enorme masa, pues es el planeta que más meteoritos se lleva del Sistema Solar (y de los que nos libramos nosotros, por supuesto). En 1992 el mundo entero presenció la captura del cometa Shoemaker-Levy 9. Se acercó tanto al planeta gigante que se rompió en 21 fragmentos del tamaño de un iceberg y un montón más en otros más pequeños, como bolas de nieve. Dichos fragmentos lo estuvieron rodeando durante dos años en fila india, como una especie de collar de perlas y en una semana de julio de 1994 se precipitaron contra la atmósfera joviana.

Habla también de los anillos de Saturno, destacando el descubrimiento más sonado, que no es otro que el de Maxwell, quien en 1857 afirmó que no podían ser sólidos, sino que tenían que ser un montón de objetos independientes entre sí dando vueltas alrededor del planeta.

Saturno no es el único planeta con anillos. Júpiter tiene, lo que sucede es que son literalmente más transparentes que un vidrio y Urano también tiene. Este último planeta fue descubierto por William Herschel en 1781. Hasta ese momento, Herschel se dedicaba a tiempo parcial a la astronomía y a la música. Dicen que en los intermedios de los conciertos salía a observar las estrellas.

Ya de por sí, el descubrimiento fue muy curioso. Había hecho un buen telescopio y había creído localizar un cometa. Pero más curioso todavía es que no fue realmente él el primero en identificar Urano, al menos, como un objeto estelar. John Flamsteed lo había observado en 1690 (¡91 años antes!) y lo había catalogado. Ningún otro vio posteriormente esa “estrella” detectada por Flamsteed. Seguramente, consideraron esa anotación como un error. En realidad, se les había escapado el descubrimiento de Urano.

Los anillos de Urano se descubrieron por casualidad. El 10 de marzo de 1977 dicho planeta iba a eclipsar una estrella. Media hora antes del eclipse sucedió algo inesperado: la luz de la estrella parpadeó unas cuantas veces. Después, desapareció durante 22 minutos y reapareció volviendo a parpadear pero con un patrón inverso al que había tenido al principio. Los astrónomos se quedaron totalmente incrédulos ante lo que habían visto. Tanto que tardaron unos cuantos días en hacer público el descubrimiento. Suerte que era en 1977. Si hubiera sido hoy día, no se hubieran visto, ya que según avanza hacia una nueva estación se inclinan hacia la Tierra. Pero bueno, nada como enviar allí una nave espacial. Cuando la Voyager 2 se acercó en 1986, le descubrió dos anillos más.

De Neptuno ya os conté la historia de su descubrimiento, al menos, la que se tuvo como oficial durante unos 30 años. Tengo que contaros una versión posterior que es bastante retorcida en lo que respecta a sus protagonistas. Antes que en 1989 el Voyager 2 se acercara sólo se conocían dos lunas de Neptuno: Tritón, descubierta en 1846 por William Lassell, quien se quedó perplejo al ver que su órbita iba en sentido contrario al esperado; y Nereida, descubierta por Gerard Kuiper, el considerado padre de la ciencia planetaria moderna, en 1949. El Voyager 2 nos regaló 6 lunas más que se bautizaron como Náyade, Thalassa, Despina, Galatea, Larisa y Proteo; todos nombres de deidades marinas.

De Plutón y, aunque no sea un planeta hoy día, también os conté su descubrimiento. Aun así, el libro cuenta otras muchas más sobre Plutón, pero una vez más me he extendido demasiado (insisto en que creo que últimamente me estoy pasando) y lo dejaremos para otra historia.

En fin. El libro habla de todo esto y mucho más y lo mezcla con otros detalles como cuadros, poemas y sentimientos que los planetas han despertado a las pasadas generaciones de artistas. Es un libro relativamente corto, de poco más de 200 páginas, pero muy informativo y ameno. Apto para todos los públicos.

Portada del libro

Título: “Los planetas” (también hay versión en catalán “Els planetes”)
Autora: Dava Sobel

Actualización: poco después de la publicación de este artículo, Miski me preguntaba en un comentario si se podía averiguar algo más sobre Carolyn, la amiga de la autora que se comió una pizca de polvo lunar. Pues bien, conseguí el e-mail de la señora Sobel y le escribí preguntando si podía decirme qué más sucedió … ¡y me contestó! Me explicó que, efectivamente, estuvieron muy implicados románticamente, pero que ya lo estaban antes de que le regalara ese tesoro, cosa que explicaría por qué se lo dio. Y que, aunque esto sucedió hace mucho tiempo, todavía hoy, cuando Carolyn lo recuerda, a él y a su regalo tan especial, se le iluminan los ojos.

Gracias, señora Sobel; muchas gracias. De corazón.

Otras opiniones del libro:
http://www.lecturalia.com/libro/8369/los-planetas
http://www.elcultural.es/HTML/20070111/LETRAS/LETRAS19506.asp
La foto del tránsito de Mercurio proviene de aquí.



Hay 11 comentarios a 'Los planetas'

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  1. #1.- Enviado por: Isod

    El día 17 de febrero de 2008 a las 23:38

    Vaya, había comprado el libro “Longitud” de la misma autora que me encantó, tras leerlo de un tirón la pasada Navidad. Vi éste que comentas en una librería y pensé: “debe estar caducado, ya tiene un par de añitos. Seguro que habla de Plutón y no trae nada de los nuevos. Ni de los descubrimientos de la Cassini, la Soho, la Messenger ;-)” En fin, mi ignorancia no tiene límites. Habrá que hacerse con él.
    ¡Gracias por leer libros y recomendarlos! Mi librero está encantado :-D

  2. #2.- Enviado por: Macluskey

    El día 18 de febrero de 2008 a las 11:35

    Omalaled: La longitud idónea de un artículo queda determinada por el momento en que comienzan a abrirse las bocas de los lectores.

    De momento, la mía no se ha abierto, así que la longitud debe ser adecuada… (el único problema de este razonamiento es que la muestra observada en que se basa esta teoría es de sólo un individuo… pero no sé por qué me da que no soy el único en pensar así)

    Salud

  3. #3.- Enviado por: Mizar

    El día 18 de febrero de 2008 a las 12:11

    Leí The planets hace algunos años y es una lectura muy recomendable para dar un repaso a la historia del conocimiento del Sistema Solar. Dava Sobel estuvo en la comisión que destronó a Plutón de la categoría de planeta. Es la señora de abajo en el centro en ésta imagen. Más información aquí.

  4. #4.- Enviado por: Nelor

    El día 18 de febrero de 2008 a las 13:11

    Macluskey, en muchos artículos de Omalaled se me abre la boca, pero de fascinación!
    Omalaled, gracias por tus recomendaciones y tus textos.

    Saludos

  5. #5.- Enviado por: omalaled

    El día 18 de febrero de 2008 a las 15:07

    Isod: piensa que los libros que hablan de “la historia de algo” rara vez tienen caducidad a no ser que se encuetren documentos nuevos. Pero claro está, el día que haya otro que habla de los últimos descubrimientos de los planetas caerá :-) Y os recuerdo, en general, que se pueden leer de las bibliotecas. Así es como lo hago yo.
    Paco (mizar): para que luego digan que no hay mujeres apasionadas por la ciencia y que, además, sean guapas … y en este caso, además, con clase.
    Macluskey, Nelor: es que 10 minutos de lectura me parecen muchos … y eso que me he ahorrado párrafos que tenía sobre la travesía de Colón para descubrir América y la historia de Plutón con Percival Lowell. Creo que con tanto tiempo, habrá gente que sólo verlo ya no quieran ni hacerlo, y también intento atraer a estas personas e intentarles meter el vicio de la lectura.
    Pero bueno, es dífícil cambiar el estilo. Por mi parte, me alegra que os guste.

    Salud!

  6. #6.- Enviado por: ElHombrePancho

    El día 18 de febrero de 2008 a las 17:36

    Gusta, gusta. No te cortes ni un pelo, paso a diario por aquí esperando encontrar un nuevo artículo y cuando lo hay se me hace corto.

  7. #7.- Enviado por: Davife

    El día 18 de febrero de 2008 a las 20:46

    A mí no se me ha hecho largo para nada. :D No te preocupes por eso.

    He echado en falta, cuando hablabas de Venus, haber mencionado a Ishtar Terra. Más que nada porque me parece un nombre muy poético. :)

  8. #8.- Enviado por: txinorri

    El día 19 de febrero de 2008 a las 13:05

    ¡¡¡No te estas pasando!!. Podría tirarme horas leyendo tus entradas.
    Si decides hacerlas más cortas, prométenos más frecuencia. :
    Un saludo de una lectora “de letras”

  9. #9.- Enviado por: omalaled

    El día 19 de febrero de 2008 a las 13:19

    Bien, bien, vale. Muchas gracias por hacérmelo saber … pero luego no os quejéis :-)

    Salud!

  10. #10.- Enviado por: Miski

    El día 20 de febrero de 2008 a las 22:08

    Fantástica entrada…sólo me quedé con un interrogante: a ver si averiguas más sobre esa historia de la novia que se comió el polvo lunar…

  11. #11.- Enviado por: omalaled

    El día 20 de febrero de 2008 a las 23:26

    Miski:Je jeeee. Por el momento, he visto que el artículo está ligeramente equivocado: no era el astronauta, sino el astrónomo que analizaba el polvo lunar quien se lo dio a Carolyn (ahora lo corregiré), Por el momento, he buscado más información, pero apenas he podido encontrar nada. Tansolo este enlace donde explica que esa chica se comió ¡medio millon de dólares! :-) He escrito un e-mail a la autora … con mi inglés horrible … a ver si nos dice algo :-)

    Salud!

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