¿Diferencia cuantitativa o cualitativa?

Publicado el 9 de abril de 2012 en Opinión por omalaled
Tiempo aproximado de lectura: 3 minutos y 38 segundos
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En más de una ocasión he comentado que la diferencia entre el hombre y el animal (es una forma de hablar, obviamente, el hombre es un animal también) es cuantitativa y no cualitativa. Normalmente, los científicos defienden (defendemos, si me permitís) la primera postura, mientras que los que se creen la obra culminante de la creación defienden la segunda. Sucede que no es tan fácil definir diferencia cuantitativa y cualitativa. Son conceptos un tanto vagos, pero la diferencia conceptual es muy grande. Lo que pasa es que cuando la diferencia cuantitativa es suficientemente grande puede llegar a parecer (o ser, ¿por qué no?) cualitativa. En su libro Las fronteras de la ciencia, su autor, Michael Shermer, nos explica dos ejemplos.

El primer ejemplo trata sobre las diferencias de nivel entre jugadores de ajedrez. Pero también podría decirse de cualquier otro deporte o especialidad.

Intuitivamente damos por sentado que los maestros del ajedrez anticipan más movimientos que los demás jugadores, pero el psicólogo Adriaan DeGroot ha descubierto que ocurre precisamente lo contrario: los maestros estudian menos movimientos; no obstante los que estudian son más relevantes. Pero ¿cómo los seleccionan? Al término de una partida y después de un movimiento clave que confundió a los expertos que predijeron su derrota, al gran maestro Bobby Fisher le preguntaron: “¿Cómo pudo prever que ese movimiento en apariencia desastroso le daría la victoria? ¿Qué pensó?”. Fisher repuso: “No lo sé. Simplemente intuí que estaba bien.”

La anécdota de Fisher constituye un ejemplo magnífico del carácter misterioso del proceso cognitivo del genio, que es lo que da pie al mito de Amadeus. La realidad es mucho más prosaica. Los psicólogos William Chase y Herbertt Simon calculan que los grandes jugadores de ajedrez llegan a familiarizarse con unas cincuenta mil posiciones en las que intervienen cuatro o cinco piezas y que a partir de ellas meditan qué jugadas tienen que realizar en la mayoría de las partidas.

A primera vista, estas cifras parecen milagrosamente elevadas, pero resulta más fácil entender qué ocurre si tenemos en cuenta que en el curso de diez años de intensa dedicación, un jugador puede llegar a acumular unas veinticinco mil horas de juego. A dos jugadas por hora, una persona puede adquirir los conocimientos y la habilidad necesaria para convertirse en maestro del ajedrez. No tiene nada de milagroso. Tras diez años de práctica cualquier persona puede alcanzar de forma natural y en cualquier campo tantas horas de práctica.

Cuando era muy joven formé parte de un club de ajedrez y, al menos durante algunos meses, jugaba de cuatro a cinco horas diarias. Un día visitó el club un maestro y jugó contra quince de nosotros en partidas simultáneas: las ganó todas. No estaba con cada uno más de dos segundos por jugada, era como si ya conociera todas las posiciones de antemano. Entonces me pareció una especie de genio, ahora sé cómo lo hacía.

Por supuesto, la diferencia entre un jugador mediano y un maestro, y un maestro y un campeón, estriba en el punto en que la diferencia cuantitativa llega a ser tan amplia que, de facto, se convierte en diferencia cualitativa: Bobby Fisher es totalmente distinto a los demás.

El segundo ejemplo trata sobre un hombre con una gran habilidad para el cálculo mental.

Cuando se observa a Art [se refiere a su amigo Arthur Benjamin] practicar su magia matemática parece un genio dotado de un don especial, un doble de Rainman a quien los números le caen del cielo. Pero Art no nació con ese don: lo aprendió a lo largo de muchos años de práctica, porque se divierte haciendo cálculos mentales desde que era muy pequeño. Cuando resuelve una multiplicación de dos números de cinco cifras, la respuesta aparece como por encanto.

Pero cuando explica cómo lo hace te das cuenta de que no hace nada que la mayoría no pudiéramos hacer si le dedicáramos bastante práctica. Es decir, si sabemos la tabla de multiplicar y practicamos (y practicamos y practicamos) las técnicas del libro de Art [Cómo parecer un genio sin proponérselo siquiera; el título es una traducción, no lo he visto en castellano], podríamos llegar a dominar su arte. Art se ha convertido en un Otro matemático —lo llaman “matemágico”— por la rapidez y adaptabilidad que ha ido adquiriendo con los años.

Prácticamente ningún problema que se le pueda plantear encierra para él sorpresa alguna. Puede elegir cualquier número de tres, cuatro o cinco cifras y reducirlo a una simple multiplicación. Aplica un sistema mnemotécnico que convierte números en palabras, lo cual le permite almacenarlos en su memoria mientras resuelve un nuevo problema; luego, en un nuevo paso del problema anterior, vuelve a convertir las palabras en números.

Es algo que ha hecho con tanta frecuencia que el proceso de conversión se ha convertido en una segunda naturaleza.

Por tanto, recordad que una diferencia cuantitativa muy grande puede ser vista también como diferencia cualitativa.

Fuente:
Michael Shermer, Las fronteras de la ciencia.



Hay 9 comentarios a '¿Diferencia cuantitativa o cualitativa?'

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  1. #1.- Enviado por: PRS

    El día 10 de abril de 2012 a las 08:45

    Los que sostienen el punto de vista de la diferencia cualitativa casi siempre menosprecian el alcance de las diferencias cualitativas. Piense, por ejemplo, en un conjunto de moléculas cuyo número aumenta hasta convertirse en un gas. Sólo por aumentar el número aparecen propiedades inesperadas como la temperatura, la presión o la entropía.

  2. #2.- Enviado por: PRS

    El día 10 de abril de 2012 a las 08:47

    Mm… Hay una errata. Uso cualitativa en lugar de cuantitativa. Siéntase libre de corregirla .

  3. #3.- Enviado por: edna krabappel

    El día 10 de abril de 2012 a las 21:03

    Las X horas de práctica NO te convierten en un buen jugador de ajedrez. Hay cientos de miles de jugadores que acumulan muchos años de práctica que inicialmente subieron el nivel pero, llegado un punto, no progresaron de forma perceptible. Por otro lado hay jugadores que con poca práctica han llegado a un nivel altísimo (los Mozart del ajedrez) por lo que no se trata únicamente de cantidad de horas de dedicación.
    Un buen amigo de un nivel 2300 ELO me comentaba hace unos días que si hubiera ido al gimnasio cada tiempo que ha dedicado al ajedrez, tendría un cuerpo musculado mientras dedicado a jugar a ajedrez no ha aumentado su capacidad craneal y sigue cometiendo los mismos fallos de siempre (sigue perdiendo con mucha facilidad con aquellos que tienen unos 100-150 puntos ELO más que él)

  4. #4.- Enviado por: edna krabappel

    El día 10 de abril de 2012 a las 21:10

    Todo esto vale también para el piano, la música en general o cualquier otra disciplina. Con la “cantidad” puedes llegar a un cierto nivel del que es muy difícil pasar, pero con la “cualidad” llegas muy lejos con no mucha cantidad.
    Por cierto, el comentario “A dos jugadas por hora ….” de Michael Shermer parece indicar que este autor no sabía mucho sobre ajedrez de competición i/o entrenamiento.

  5. #5.- Enviado por: tay

    El día 12 de abril de 2012 a las 09:08

    Un amigo repetía siempre este ejemplo al debatir sobre este tema: puedes seleccionar una gran cantidad de piedrecitas del mismo tamaño, y comenzar a tirarlas sobre una ventana, podrás tirar 10 y no ocurrirá nada, pero cuando tires las piedrecitas suficientes, la ventana se romperá.

  6. #6.- Enviado por: Netcrow

    El día 16 de abril de 2012 a las 22:11

    una vista de la teoría de las 10000 horas tocada por malcom gladwell en su libro outliers soporta la idea de que si bien la practica no es todo, es bastante más importante que los dones recibidos de la naturaleza por los comúnmente llamados “natos”. me gusta pensar que él tiene razón al menos en una buena parte.

  7. #7.- Enviado por: Danievil

    El día 9 de mayo de 2012 a las 21:32

    No soy creyente, aún así, pienso que la diferencia es cualitativa, ya que nuestro cerebro no se diferencia de los animales en tener más neuronas, sino en poseer un neurocortex, una estructura cerebral que es distinta a la que poseen los animales.

  8. #8.- Enviado por: Malonez

    El día 15 de mayo de 2012 a las 14:46

    Omalaled! We miss you!

  9. #9.- Enviado por: omalaled

    El día 15 de mayo de 2012 a las 14:55

    I’ll be back soon :-)

    Salud!

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